23 de septiembre de 2014

El placer de escribir

Sé que habrá gente que llegue a esta entrada de blog y no sea capaz de comprender lo que voy a escribir. Quizá porque sean de ese grupo de lectores que no se ven capaces de cruzar la barrera entre la lectura y la escritura. Tal vez porque sea gente que sí que escribe, pero que realmente no le pone tanta pasión como esto merece. O, simplemente, son personas casuales que encuentran esto por pura suerte.

Seáis quienes seáis, tengo algo que contaros, lo sintáis como vuestro o no. Ese momento en el que coges un montón de folios o una libreta, coges tu lápiz o tu bolígrafo y empiezas a darle forma a las ideas que rondan por tu imaginación es indescriptiblemente placentero. El olor del papel esperando recibir tus palabras, el sonido del lápiz al deslizarse por las hojas, los trazos que vas escribiendo para darle forma a tus ideas... Todo es tan satisfactorio que para una persona que realmente ama escribir se hace demasiado corto.

Habrá gente que piense que el fin primordial de escribir es que nuestras ideas lleguen a los demás, pero la auténtica razón por la que se escribe es otra. Es para disfrutar dándole forma a lo que pensamos. A lo que sentimos. A lo que somos.

21 de septiembre de 2014

¡De aniversario!


Sé que escribo esta entrada un poco más tarde de lo que toca. Sinceramente, hoy he tenido un día un poco ajetreado y hasta ahora no he tenido tiempo para coger el ordeandor y dedicarle un ratito al blog. ¡Lo siento!

La razón por la que escribo esta entrada es porque hace un añito empecé mi particular aventura, abriendo este blog. Ciertamente, lo abrí antes para dejar el diseño listo. Pero el día realmente importante fue el 20 de septiembre, pues fue cuando publiqué la primera entrada. Una presentación bastante mona e informativa, por si a alguien le picaba la curiosidad.

Aunque al principio no tenía planeado subir relatos, me alegro mucho de haber cambiado de opinión, pues considero que ese es justamente uno de los atractivos de este blog. Y eso que ya he tenido algunos blogs en el pasado, pero tengo que admitir que tener un blog y que éste funcione son cosas que realmente no tienen nada que ver.

Gracias a este añito le he perdido el miedo a los concursos. Ahora simplemente les tengo cautela. Ya es un progreso, ¿verdad? Por cosas de la vida, lo cierto es que no he escrito tanto como me hubiera gustado. Y, la verdad, lo más importante que escribí se acabó perdiendo en extrañas circunstancias como cierta 3DS negra que tenía y varios juegos de Pokémon, jum... A pesar de haber sido un annus horribilis en la materia personal, debo admitir que he aprendido mucho. Ya no me siento tan perdida y aislada. Y aunque no lo creáis, eso es muy importante para mí.

Parece que, poco a poco, todo va a mejor. Y eso me anima a querer seguir escribiendo y aprendiendo todo lo que me sea posible, pues es lo que me gusta hacer. Realmente, este viaje solo acaba de empezar. ¿Me acompañáis?

p.d. Para que veáis que hoy ha sido un buen día: ¡me ha tocado un código para la demo especial de Super Smash Bros 3DS! Gracias a La Tribu Gamer por haber tuiteado el código para el tuitero más rápido. Aunque conseguí un código el mismo día de la polémica distribución, decidí compartirlo con un amigo. Se ve que he recibido mi recompensa por ser generosa, vaya...

p.p.d. Siento mucho si la tarta de Nyan Cat os da hambre. Era o poner esa foto o poner cierto gif de Skitty no apto para epilépticos. ¡Necesitaba un poco de ambiente festivo!

p.p.p.d. Se me había olvidado comentar que he decidido unificar las dos columnas en una sola. Opino que ahora se puede leer con más comodidad. No soy fan de los cambios radicales en el diseño, pero ahora está mucho mejor que al principio, ¿no creéis?

16 de septiembre de 2014

Capítulo 18 - De concursos...

Últimamente llevo una racha más o menos buena. En unos meses me he presentado a unos tres concursos y en los tres he sido seleccionada. Vale, no suena igual de bien que ganadora o finalista. Pero que al menos me tengan en cuenta en todos esos concursos quiere decir algo. Que al menos sé juntar letras, algo que no todo el mundo puede decir.

La verdad es que hasta hace poco me mostraba bastante reticente a presentarme a cualquier tipo de concurso o certamen. Cierto es que hay algunos que ya están fallados incluso antes de existir, mientras que otros son totalmente honestos con la mecánica. Pues bien, ahora que afortunadamente he madurado un poco en ese aspecto, intento presentarme a los que sé o, al menos, sospecho, que no se salen de mis posibilidades como escritora. Y, de paso, si son certámenes limpios, mejor que mejor.

¿Pero qué pasa? Que a veces hay bases que son consideradas abusivas. Como aquellas en las que te obligan a comprar el volumen que publiquen con los relatos ganadores si quieres ver el tuyo publicado. O la renuncia a los derechos de autor, algo bastante clásico. O, quizás, el premio, ya sea económico o en especie, sea bastante inferior a las regalías que debería tener el texto premiado en cuestión. Y esas son las más conocidas, que seguro que hay más.

Recuerdo el primer concurso al que me presenté, que dio la casualidad de que lo gané. Era una chica de secundaria que aún no había abandonado el script fanfiquero. ¡Dad gracias a que por entonces no se llevaban las rayitas ni esas cosas! Volviendo a lo que me ocupa: no era una niña, pero tampoco una adulta. Y la verdad es que estaba nueva respecto a esos temas. De hecho, creo que por entonces no tenía totalmente claro si realmente quería dedicarme a escribir o bien veía mi futuro en otra profesión.

Centrándome en lo que verdaderamente me ocupa: si la persona que soy ahora hubiera visto esas bases las hubiera cogido y las hubiera roto en mil pedacitos. Primero porque el premio solo era un ejemplar de la obra y varios libros más del fondo editorial de la organizadora. Segundo porque la obra no generaba derechos de autor. Y tercero porque, para dinamitar todo lo anterior, en la siguiente edición del concurso el premio era un iPad. ¡Con lo bien que me hubiera ido por entonces!

Vale que ahora, más que concursar por el premio, lo hago para decirle al mundo lo que hago y cómo lo hago. Pero sería una hipócrita si os contara que los premios no significan nada. Al menos es un aliciente que te anima a querer continuar haciendo las cosas bien. Eso sí, tened cuidado, que hay gente con la cara muy dura ahí afuera.

7 de septiembre de 2014

Capítulo 17 - El reto de las palabras

¿Habéis probado alguna vez algún ejercicio creativo? Yo suelo hacer algunas cosas para escribir cuando ando falta de ideas, como mezclar dos cosas que me gustan y sacar una tercera que contenga elementos de ambas. O bien intentar escribir de forma automática, sin mucho éxito. Aunque lo que he hecho esta ocasión ha sido un poco más público y trabajoso. ¡Pero no por ello menos reconfortante!

Ayer lancé públicamente un reto en mi perfil de Twitter, mi página de autor en Facebook y un grupo de escritores de la última red social. ¿En qué consistía? Bien, cualquier usuario podía darme cinco palabras cualesquiera a su completa elección. Entonces, yo tenía que escribir un relato de alrededor de 200 palabras usando, al menos una vez, las cinco palabras propuestas. ¿Cómo creéis que me fue?

Hasta medianoche, la hora límite que fijé, recibí unas once propuestas a través de Facebook y una a través de Twitter. Teniendo en cuenta que mis esfuerzos publicitarios se centraron en la primera red social, esta diferencia no debería asustaros lo más mínimo. Lo mejor fue que fui capaz de completar todas las propuestas antes de ese momento, aunque me demoré en colgar la última porque llegó muy justa de tiempo. De todas formas, muchas gracias a todos lo que han hecho posible este pequeño juego colaborando con sus palabras.

Para que vosotros mismos podáis comprobar todo lo que he escrito ayer, os dejo una lista con enlaces a todos los relatos. En cada entrada indico las palabras que me han propuesto y quién lo hizo. ¡Aviso! Es un viaje demasiado trepidante.
  1. Fantasía Final
  2. El agente de aduanas
  3. Quetzacóatl
  4. El nigromante
  5. El portal de los deseos
  6. El payaso y la cornucopia
  7. Adiós
  8. Doctor Ortega
  9. Sirenas
  10. Dulcelandia
  11. En la calle
  12. Hermanas
¿Qué os parece? ¿Os atreveríais a hacer algo así? ¡Espero vuestras opiniones!

6 de septiembre de 2014

Hermanas

Hoy Sofía y Estrella dejaban España. No sabían si era por un tiempo o sería para siempre, pero dejar el país que las había visto nacer era algo que nunca se hubieran imaginado.

Como otras muchas personas, ellas y sus padres se mudaban para prosperar y poder tener una vida feliz sin temer perder el día menos pensado sus empleos o que les quiten libertades sin saberlo. Nadie merecía vivir así.

Las niñas iban sonrientes en el coche. Sabían que el viaje sería un poco largo y tendrían que parar varias veces, pero estaban tan ilusionadas ante las nuevas experiencias que iban a vivir juntas que poco les importaba todo lo demás.

Era cierto que dejaban muchísimas cosas atrás. El colegio en el que habían estudiado desde que eran pequeñas, sus amigas de clase, el parque al que iban a jugar, el kiosko donde compraban golosinas… Eran demasiados recuerdos y no podían llevárselos de forma tangible con ellas, pero esos momentos estarían siempre en sus corazones.

Pero si había algo que iba a acompañar a Sofía y a Estrella allí donde fueran era la gran hermandad que las unía.
Nota de autor: ¡Sorpresa! Este SÍ es el último texto del reto de las cinco palabras, exceptuando uno que es más largo y es más bien una especie de duelo. Las palabras me las ha dado Weny Elena Moreno, desde Facebook. Ha elegido niñas, país, vida, hermandad y experiencias. Además, me ha pedido que utilizara los nombres Sofía y Estrella en, al menos, una ocasión.

En la calle

El desamor fue lo que me llevó a este país. ¿O debería decir despecho? En cualquier caso, los acontecimientos hubieran sido los mismos. No hay oportunidades para mí.

Vivo en el frío de la calle. En soledad. Sin esperar ningún milagro porque yo ya hice todo lo posible para luchar por mí, aunque sin obtener nada. No soy más que una esclava de mi propia impotencia.

Con la tristeza pintada en los ojos, pido a los viandantes cualquier cosa que puedan darme. No quiero dinero, pues no soy una drogadicta. ¡Solo quiero poder echarme algo de comida en el estómago! ¿Es tan complicado de entender?

Por la noche, como hace demasiado frío como para tratar de dormir a la imtemperie, me refugio en un cajero automático. Aunque pueden ser lugares seguros y bastante cálidos, no es la primera vez que llegan a mis oídos noticias de niñatos que, creyéndose mejores que los que terminamos en la calle, deciden quemarnos vivos. O gobiernos que, considerándonos una plaga en vez de un síntoma de los problemas que ocasionan, hacen que los pocos sitios seguros que hay dejen de serlo.

Es muy duro. Tan duro que si me reconocieran lo negaría todo. No es mi culpa, pero sí mi vergüenza.
Nota de autor: Salvo imprevistos, doy por terminado el reto que he estado haciendo todo el día. Las palabras que me ha dado Mariana Palacios (Facebook) para este relato son soledad, frío, desamor, impotencia y tristeza.

Dulcelandia

¿Es esto real? ¿O es tan solo fantasía? Poco importa, pues este mundo es tan alegre y colorido que me encanta. Trenzas de chocolate flotan por el cielo haciendo las veces de nubes, un alien camina por la calle disfrazado de humano anunciando pizzas de fruta y el rey de este mundo resulta ser un perro.

Es todo tan alucinante que no puedo evitar perderme en las calles de esta ciudad que estoy visitando. Los edificios están hechos con bloques de helado, el sol es un disco de plastilina amarilla y las aceras son placas de Lego. Resulta muy estimulante. Por eso todo el mundo sonríe. Por eso me están contagiando su felicidad.

Este lugar es tan especial que los médicos curan el escorbuto con gominolas en vez de con frutas. Aquí nadie tiene caries aunque comen muchísimas cosas dulces y los chicos bailan mientras comen alitas de pollo. Parece un sueño. O una fantasía muy extrema. Pero es tan perfecto que no quiero irme.

—Pobre chica... Necesita una dosis de haloperidol. Está teniendo un delirio bastante… Curioso matizó un hombre con una bata blanca, en la que llevaba una placa que rezaba “Doctor Ortega”.

Está bien, doctor confirmó una enfermera que parecía estar de prácticas. Ahora le suministraré su dosis.

Entonces, lloré. ¿Tampoco había sido real esta vez?
Nota de autor: Solo falta uno por escribir. Las palabras me las ha dado Carlos Peinado desde Facebook y ha escogido haloperidol, trenza, escorbuto, sueño y alien.

Sirenas

A través de los siete mares , ellas eran tan conocidas como temidas. Aunque parecían mujeres normales, de cintura hacia abajo su cuerpo era el de un pez. Eran sirenas, y desde el más despistado comerciante hasta el más avispado de los piratas sabían que ellas eran de todo menos buenas.

La música que ellas hacían salir de sus labios era capaz de atraer a cualquiera hacia las rocas donde ellas reposaban. Por eso, entonaban sus melodías, cargadas de promesas acerca de un paraíso lleno de fuego. Promesas que se rompían en pedazos cuando sus navíos terminaban destruidos al chocar contra sus guaridas. Y ellas gozaban con el fúnebre espectáculo.

Todos lo sabían. Conocían de sobra que escuchar los cantos llenos de lascivia de una sirena era un claro sinónimo de muerte, pero sus melodías eran tan seductoras que no siempre podían resistirse. Por eso, todo aquel que pasara más tiempo en el mar que en tierra firme sabía que no había cuerdas ni tapones suficientes para alejarte de sus designios. Si una sirena escogía tu embarcación, podías darte por muerto.

Así, hasta hoy, ellas siguen siendo las reinas del océano. Aún no existe nada que pueda salvarte de sus sensuales y depredadores cánticos. Si te encuentran, les perteneces.
Nota de autor: Estoy en la recta final del reto. ¡Cuatro horas más! Las palabras de este relato son música, fuego, paraíso, océano y muerte y me las dio Manuel Pérez desde Facebook.

Doctor Ortega

El Doctor Ortega era un hombre peculiar. No por su profesión, no por sus creencias, ni siquiera lo era por la curiosa coincidencia entre su apellido y su marca de café favorita. Simplemente era un hombre que poseía la curiosa contradicción de ser un hombre de ciencias y, a la vez, creer en Dios, tal y como su dije en forma de crucifijo le contaba al mundo.

Sus mañanas empezaban con un repetitivo vals haciendo las veces de despertador. Después de un café cargado con tres copiosas cucharadas de polvo soluble y una ducha con agua fría, luchaba como todo mortal contra el atasco que se originaba en su ciudad en las horas punta.

Aunque, en el hospital, la melodía nunca cambiaba. Desde señores que simplemente tenían el colesterol un poco alto hasta auténticos combates épicos por salvar pacientes de la muerte, pasando por pacientes que se habían hecho daño en el esternocleidomastoideo simplemente por tener una mala postura para dormir.

Muchas veces le habían comparado con cierto doctor televisivo adicto a la vicodina, pero Ortega huía de los tópicos. Se limitaba a ser él mismo. Un hombre de ciencias dentro del hospital. Un hombre temeroso de Dios fuera de él. En resumidas cuentas: un hombre que era feliz con lo que hacía.
Nota de autor: Poco a poco, voy completando todos los retos que me han llegado. Este pertenece a Tiphareth Jardim, de Facebook. Las palabras que ha escogido son colesterol, dije, muerte, vals y esternocleidomastoideo.

Adiós

Ojalá pudiera retener tu sonrisa en mi recuerdo. Ojalá pudiera rememorarte lleno de felicidad. Como si nada de esto hubiera pasado. Pero todo ha acabado, para bien o para mal.

La distancia me es insoportable, el deseo que sentía hacia ti solo se ha convertido en un abismo de odio y oscuridad. ¿Por qué? ¿Por qué las piras de pasión que encendíamos solo con nuestras miradas no han dejado ni las cenizas? Echo de menos tus labios besándome, tus brazos atrayéndome hacia tu cuerpo, tus manos acariciándome y tus ojos desnudándome hasta el alma. Pero de todo aquello ya no queda absolutamente nada.

Entiendo tu desprecio, pues solo por ser mujer no puedo darte lo que mereces. Pero buscando tu cielo has invocado mi infierno. Y allí, en las oscuras cuevas de la soledad, ni la luz de tu sonrisa puede consolarme.

Sé feliz, pues yo ya no puedo hacer nada. Mi poesía me abandona, mis rimas suenan discordantes y mis palabras ni siquiera suenan sinceras. Sé feliz, por todas las veces que me contentaste incluso por tonterías. Sé feliz, insisto. Porque si tú no eres feliz, entonces yo no seré nada.

Y ahora, deja que arda en las llamas de mi corazón roto.
Nota de autor: ¿Pensábais que había terminado? Pues no. Las palabras que me han dado para este relato han sido desprecio, distancia, deseo, sonrisa y recuerdo. Me las ha dado Mar García desde Facebook.

El payaso y la cornucopia

Era la noche de Reyes. Juanjo intentaba dormir, pero estaba tan nervioso que era imposible. ¿Qué regalos le llevarían los reyes ese año? Se sentía inquieto, pues él quería una bicicleta para poder ir al colegio sintiendo la refrescante brisa mañanera del pueblo costero en el que vivía.

El niño cayó dormido, quedando atrapado en un sueño lúcido. Era muy extraño, pero aún así intentó olvidar sus nervios, hasta que vio a un payaso muy colorido y extravagante que le había asustado.

—¡Hola, niñito! Veo que has sido un buen crío. ¡Y mira qué notas! Creo que eres el único que va a poder buscar en mi cornucopia este año…

Juanjo puso cara de sorpresa. ¿De dónde había salido aquel payaso y por qué le ofrecía tan agradablemente hurgar en algo suyo? No lo entendía, pero siguió escuchando lo que tenía que decirle, mientras miraba el cuerno que le esperaba a lo lejos.

Sé que tu deseo es tener una flamante bicicleta, pero tus padres son tan pobres que seguro que no han podido conseguir ninguna. Yo te daré la que ves en mi cornucopia a cambio de una cosa. Quiero que encuentres un corazón de plastilina. ¿Aceptas el reto?

El chico aceptó el reto, sin haberse dado cuenta de que en su mano derecha ya tenía lo que el payaso le pedía. Sin saber que, en cuanto despertara, tendría su regalo al lado de la cama.
Nota de autor: Tranquilos, aún queda para rato. Las palabras que he tenido que usar en este relato son cornucopia, deseo, imposible, lejos y plastilina. Me las ha dado Carlos Merino desde Facebook.

El portal de los deseos

Había sido muy difícil llegar hasta aquel corredor. Se hacía infinito ante sus ojos, pero aquello era por los destellos de luz que eran reflejados por los pequeños fragmentos espejados que estaban entre las rocas.

Aquella aventura no había sido por el poder, ni por salvar el mundo, ni nada parecido. Todo era mucho más simple y emocional: Norma quería conocer a su abuelo. Había caído enfermo de cáncer antes de que ella naciera y, aunque la guerra fue larga, la terminó perdiendo.

No obstante, una noche oyó un cuento. Una historia que hablaba de un portal que podía llevarte donde quisieras. Allí donde tu corazón realmente quería estar. Desde entonces, Norma se lanzó decidida a la complicada tarea de encontrar ese lugar y conocer al hombre que le dio la vida a su madre.

Convencida de que un ser superior quería apiadarse de ella, luchó como solo ella sabía para hacer su deseo realidad. Así, después de muchos sacrificios, llegó hasta donde estaba el portal. Con lágrimas de emoción que había contenido durante muchísimo tiempo, se arrodilló ante él y se dejó invadir por la luz cegadora que lanzaba a lo largo del túnel.

Por fin, abuelo… Por fin.

Y, avanzando a gatas, entró en él. Y se encontró en un prado de flores con aquel señor esperándole.
Nota de autor: Aún tengo bastantes grupos de palabras pendientes, así que aquí estoy, escribiendo. Las palabras que he tenido que usar para este relato son de Joh Ann Guh, de Facebook. La lista estaba formada por portal, superior, difícil, poder y luz.

El nigromante

El gato negro paseaba haciendo sonar su cascabel. Resultaba una escena demasiado adorable en comparación con lo que estaba haciendo su amo, el cual removía en un caldero enorme la sangre y las vísceras de unos montañeros que habían tenido la desgracia de acercarse demasiado a su territorio.

Sumido en un delirio lleno de sadismo, el nigromante seguía removiendo su repugnante brebaje, como un cocinero mezclaría su potaje. La oscuridad había devorado hacía ya mucho tiempo hasta el último resquicio de luz que podía quedar en él, convirtiéndolo en un ser belicoso y sediento de destrucción.

A pesar de todo, su gato le quería. Nunca le había tratado mal, y siempre que lo necesitaba era bien alimentado con leche o salmón. Quienes le habían conocido antes de cambiar radicalmente pensaban que ese hombre había caído en la más profunda de las ignorancias, pero el felino sabía que no era así. Simplemente su visión del mundo le llevó a alejarse de todo aquello cuanto conocía, volviéndose un ermitaño dedicado a las artes oscuras.

¡Por fin! Si nada sale mal, hoy podremos ver el futuro. ¿No te parece genial, Rubicante?

El animal maulló de satisfacción. Al fin y al cabo, su dueño era como cualquier otro humano, con sus propios sueños y aspiraciones.
Nota de autor: Continúo con el reto que he lanzado al aire. En este caso, las palabras que he tenido que utilizar me las ha dado Ánllelo Asdfasdf en Facebook y son nigromante, delirio, cascabel, ignorancia y belicoso. 
Por cierto, el nombre del gatito me lo he sacado de Final Fantasy IV. Rubicante es uno de los cuatro archidemonios elementales que sirven a Golbez durante el juego. En este caso, Rubicante representa el fuego.

Quetzacóatl

El náhuatl siempre le había parecido una lengua encantadora. Le recordaba a sus antepasados mexicas, aquellos que vivieron para fundar lo que sería la base de su país. Aquellos que creían, desde su conocimiento ancestral, que para apaciguar a los dioses, estos debían ser recompensados con sacrificios humanos.

Hoy en día muchos pensarían que ofrecer vidas humanas a cambio de calmar a seres intangibles era algo monstruoso e inhumano. Pero Yareni podía escuchar a Quetzacóatl, a diferencia de aquellos que vivían absorbidos por la tecnología. Cuantos más circuitos y electricidad incluían las personas en sus vidas, más sordos se volvían a los designios de los dioses.

A pesar de la sordera de los descendientes de aquellos seres humanos que tanto le habían venerado, la serpiente alada seguía reclamando, sin recibir respuesta. Le enfurecía en lo que se había convertido el mundo, y la única manera de solucionarlo era recibir la sangre de alguien que creyera firmemente en sus designios.

Por eso encontraron a Yareni muerta. Sin violencia, sin aparente dolor y sin apenas explicaciones. Solo una simple nota. “Quetzacóatl me necesitaba. A mí y a todos los hijos de los mexicas”. Aunque la sangre de la joven no era suficiente para contentarle y proteger a sus fieles.
Nota de autor: Este es el tercer texto del día. En este caso, las palabras me las ha dado LMK Edward desde Facebook. Sus palabras son náhuatl, mexicas, sacrificios, tecnología y monstruoso.

El agente de aduanas

Trabajar en una aduana nunca era igual. Y menos en un país como Australia, donde podían confluir fácilmente viajeros de cualquier país por trabajo, por placer o, simplemente, para hacer negocios turbios.

Henry aún recordaba sucesos tan increíbles como aquella vez que un supuesto turista chino había camuflado cocaína dentro de un caleidoscopio, más concretamente detrás de los espejos que hacían que el juguete funcionara. Ingenioso, pero no lo suficiente como evitar haber sido descubierto.

También rememoraba con muchísimo humor a aquel turista que venía de Hawaii expresamente a surfear. Lo extraño no era el motivo de su viaje, sino lo que afirmaba respecto a su tabla de surf. El surfero, con una sonrisa llena de la característica pestilencia marihuanera, decía a todo el mundo que su tabla estaba enteramente formada de magma. Era gracioso, aunque no podía evitar sentir cierta pena por los gustos del chico.

Y como esas, Henry tenía muchas anécdotas sobre aquel trabajo que tanto le apasionaba. Aunque él estaba encantado con su contrato, había detalles que no le parecía bien que fueran tan vinculantes como el resto. Como las vacaciones. Pero pronto acabarían y podría volver a sus insólitas aventuras como agente de aduanas, hasta que otras vacaciones le obligaran a alejarse de aquello que le hacía sonreír.
Nota de autor: Sí, es otro relato que he escrito con cinco palabras que me han dado. En este caso, me las ha dado Bea Gurutzarri desde Facebook. Las palabras propuestas han sido caleidoscopio, magma, aduana, pestilencia y vinculante.
¿Se nota mucho que me gusta cierto programa de Discovery Max? Lo echo de menos.

Fantasía Final

-¡Maldito Sefito! –vociferaba una chica mientras devoraba una pizza con demasiado queso como para ser considerada saludable-. ¿Pero cómo es posible? ¡Me ha lanzado tres Super Nova seguidas!

La joven, furiosa con el videojuego al que jugaba, decidió que lo mejor era apagar el ordenador y no volverlo a encender hasta que se le pasara el enfado. Por su propio bien. Así que salió a pasear para desestresarse.

La gente de la calle le parecía muy rara. Melenas teñidas de cualquier color imaginable, dilataciones en lugares impensables, tatuajes que bien podían ser los de un miembro de la Yakuza y mil cosas más que le parecían curiosas. Demasiado extrañas en lo que ella recordaba como humanos.

-Todos locos –susurraba la joven atusándose su pelo negro y tratando de pasar desapercibida-. Toooooooodos locos.

Viendo que ella era demasiado normal para ese mundo que se había vuelto loco en su ausencia, decidió que lo mejor que podía hacer era ir al supermercado, comprar más pizzas de aquellas que tan loca la volvían, algo de bebida energética, cosas dulces y, con la misma, volver a casa.

Al fin y al cabo, en su mundo de fantasía no era más que un guerrero que luchaba por salvar el mundo. No el más guapo. No el más listo. Pero ella era feliz en su fantasía final.
Nota de autor: esto lo escribo por un reto que he lanzado en mi Twitter y en mi página de Facebook, consistente en que vosotros me dais cinco palabras y yo escrito un relato con ellas. En este caso, las palabras eran Sefito, pizza, queso, Yakuza y ordenador y me las ha dado @WolfZombified. 
En cuanto a Sefito, la palabra surgió de un amigo, que llamó así a Sephiroth accidentalmente. ¡No se lo tengáis en cuenta, que tiene su gracia!

5 de septiembre de 2014

¡Diez mil gracias!


Ayer este blog que estáis leyendo llegó a las diez mil visitas. ¡En menos de un año! Por ello, me gustaría compartir mi alegría y mi agradecimiento con todos vosotros dedicándoos esta entrada de blog. Muchas gracias a todos los que seguís el blog, los que leéis todo cuanto publico, a quienes me seguís por alguna de las redes sociales de las que dispongo, a quienes tenéis la buena costumbre de dejar comentarios e incluso a aquellos que vienen de paso. De verdad, ¡muchas gracias a todos!

Me gustaría agradecéroslo de una manera más material, pero por las circunstancias de mi vida me es imposible hasta rifar un vale para Amazon o alguna librería. ¡Pero no os preocupéis, que voy a seguir escribiendo y dando señales de vida por aquí! Como he hecho desde que empecé este blog.

¡Gracias por leer!

4 de septiembre de 2014

Dragón

Su cuerpo, plateado y sinuoso, rompía la calma de la noche con sus movimientos. Parecía que el animal estaba solo, pero la luna llena, blanquecinamente flamígera, le acompañaba en su viaje, incendiando el cielo nocturno con su luz pálida y encantadora.

No necesitaba alas para volar. Y lo cierto es que tampoco necesitaba volar para sentirse libre. Pero la sensación de sentir el aire gélido de la noche recorriendo desde la primera hasta la última de sus escamas era uno de los pocos elixires que hacían que aún deseara permanecer en este mundo, cada vez más corrupto a su parecer.

Continuó su vuelo, cruzando algunas nubes. Al salir de ellas, las pequeñas gotas de agua que recubrían su anatomía refrescaban todavía más el cuerpo ardiente del dragón. Vivía por detalles como ese.

Dejó que su viaje sin rumbo siguiera, observando a su paso la perfecta comunión que hacían el mar y la tierra en la oscuridad. La belleza de aquellas imágenes fue tal que no pudo reprimir un rugido, que avivó la noche incluso más que la luz de su única acompañante.

Cayó en picado, a una velocidad vertiginosa. Parecía que iba a perder el control y morir ahogado en lo más profundo del mar. Pero, cuando faltaba poco para que se produjera aquel fatídico desenlace, con la misma rapidez con la que había descendido, subió hasta incluso más allá de las nubes.

Era libre, y siempre lo sería. Durante milenios, habían intentado subyugarle de las maneras más viles y ruines. Y, a pesar del daño recibido, siempre deseó lo que tenía en esos momentos. Su esencia, su existencia, su alma de dragón.

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