30 de mayo de 2018

Nunca más

La voz de aquel ángel de seis alas aún resuena en lo más profundo de mi mente. Me advirtió de que caería en la más desesperada de las pasiones. Que me rompería por dentro. Que querría morir por el dolor. Pero, a pesar de todo, ella me esperaba para entregarse a mí en cuerpo y alma.

¿Pero de qué me vale una promesa de amor eterno si ahora siento que esa misma belleza se está escurriendo entre mis dedos?

He perdido las fuerzas hasta tal punto que me despierto llorando y me duermo de puro agotamiento por llorar. No sé cuántos días han pasado, y sinceramente, tampoco me importa. No soy más que un amasijo de sentimientos rotos que han perdido toda ilusión por vivir.

Aquellos recuerdos tan bellos que construimos juntos se me clavan como las espinas de las rosas que me regalaste al verme. Y, aunque deseo con todas mis fuerzas atrapar mi mente en aquellos días de verano en los que fui tuya, el dolor de este frío noviembre me recuerda la cruda realidad: nunca más.

De no ser porque sé que solo servirá para alargar la agonía, me mentiría a mí misma con falsas esperanzas. Porque sé que esto va a dejar cicatrices muy profundas en mí, heridas que nunca cerrarán aunque tenga frente a mí al ángel que me juró estar esperando por mí.

No sé cuántos días pasarán. Quizá no sean solo días. Pero necesito llorar todo lo que ha quedado en mi corazón y no pude entregar. Y aunque consiga hacerlo, sé muy bien que habrá noches en las que no pueda evitar recordarte.

Hasta entonces, seguiré en el que se ha convertido en mi lecho de sueños rotos, abrazando lo único que me queda de ti. Algún día volveré a florecer, pero por ahora solo quiero marchitarme en soledad.

20 de mayo de 2018

Querida princesa

Ah, mi princesa… Ahora que por fin dejarás de ser una bella durmiente estás más cerca el momento de nuestro encuentro. Pero aún debo esperar a que la inocencia de tu corazón se hunda en la desesperación de la vida. Solo entonces podré encontrarte.

Si aún escuchas mi voz en tus pesadillas, quiero advertirte de que tu camino hacia mí es como un jardín de rosas a punto de florecer. Llenas de esperanza e ilusión, se mueren por mostrarle al mundo su efímera belleza. Pero olvidan que el alto precio de tal milagro son sus espinas. Tú, mi inocente golondrina, eres como una de esas rosas, con la sutil diferencia de que serás tú quien se pinche con tus propias espinas.

Caerás en las más desesperadas pasiones, te inflamarás en los más dulces venenos e incluso te romperán tantas veces que desearás que llegue pronto el final. Pero aún así sé que eres una princesa guerrera y seguirás caminando, aunque tu alma suspire por ahogarse en tu océano de lágrimas.

Aunque soy capaz de escuchar todos y cada uno de tus gritos de terror, no podré hacer nada para ayudarte, amada mía. Es un infierno que debes recorrer en soledad, aprendiendo a aceptar el dolor. Querer sentir el dolor de ese millón de espinas perforando tu pálida piel. E, incluso, suspirar para poder sentir ese dolor eternamente.

Entonces, cuando el sufrimiento te haga asfixiarte de desesperación, morirás como golondrina, pero renacerás como el más hermoso de los ángeles. Cuando sientas el abrazo de tus ardientes alas todo el dolor se convertirá en un amor tan puro que brillará en la oscuridad de este mundo corrupto. Y, cuando llegues a ese deseado momento, podremos reunirnos.

Ah, mi ángel… Si aún sigues sumida en tu pesadilla, quiero hacerte una promesa. Cuando todas las rosas que me rodean empiecen a florecer, será cuando tú y yo al fin nos encontraremos. En el momento en el que tus iris marrones vean mis iris escarlata buscaremos fundirnos en un abrazo que reúna nuestros corazones.

Cuando tal milagro suceda, con la luna llena por testigo, prometo bailar nuestro tango de la victoria contigo. Buscando volverme una con tus labios, deseando perderme entre tus caderas. Será entonces cuando entiendas que todo lo que está por venir no es más que una prueba de amor.

Los pétalos de este rosal infinito serán nuestro velo, protegiéndonos de los ojos de quienes nunca podrán entender nuestro amor. Será entre esa cálida intimidad donde nos robaremos el aliento la una a la otra. Será entonces cuando bailemos al mismo son hasta el amanecer y entiendas que tu corazón y el mío siempre han sido el mismo.

No obstante, sé que eres frágil como el último pétalo de cerezo necesario para hacer renacer la primavera. A pesar de todo, creo en ti con la misma fuerza con la que el sol cree en la llegada del amanecer. Te prometo que nos volveremos una antes de lo que imaginas.

Hasta entonces, soy yo la que debe dormir. Aunque mi sueño se inundará de tu terror, sé que cuando nos encontremos esa oscuridad se desvanecerá.

Despierta, mi princesa. Despierta y empieza tu camino a la desesperación. Entrégate a ella, y seré yo quien se entregue a ti.

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