31 de marzo de 2014

Desalmado


Todos le recordaban como una impetuosa tormenta plateada. Su nombre, cuando era forzosamente pronunciado, evocaba una tanda de suspiros de terror entre quienes tenían la desgracia de escucharlo.

Los cuentos y las leyendas de aquella tierra hablaban de un hombre desalmado. Un ser cuya única ley era la que imponía su espada. Una ley que solo servía para saciar su irrefrenable sed de sufrimiento y sangre. Una sed que jamás se apagaba, pues se avivaba con cada estocada mortal. Algunos le tomaban por un vampiro, pero él era un ser mucho más temible que un simple chupasangre.

Disfrutaba con la tiranía de su frío metal. Gozaba con los gritos de dolor y los llantos de súplica. Se recreaba ante las visiones de cuerpos acuchillados hasta la muerte. Sin piedad y sin remordimientos. Era un desalmado. Pero a él poco le importaba, pues hacía eones que había dejado de ser el vengador de una desgracia para convertirse en todo lo contrario. Aquel en el que debían verterse las más espantosas venganzas por las tragedias que él mismo iba sembrando.

30 de marzo de 2014

Capítulo 10 - Burbujas


Ya he dicho en más de una ocasión que, cuando escribo, no me gusta ser molestada ni observada. Es algo que me incomoda muchísimo. Me corta el rollo, permitiéndome el ser un pelín vulgar.

Por eso, algunas personas han tenido el privilegio de verme escribir, pero fuera de lo que realmente es la burbujita. Es decir, fuera de mi ambiente y escribiendo casi a marchas forzadas por las circunstancias de cada caso.

No obstante, lo que yo entiendo como burbujita ha seguido intacta hasta hace muy poco. Y lo mejor es que la he roto con alguien porque yo he querido hacerlo.

La verdad es que la situación fue tan absurda que si la cuento va a sonar a vil mentira. Simplemente pasó. Y me alegro mucho de haberlo hecho. Elegí una persona con la que tengo una confianza especial. La confianza suficiente como para cambiar hasta de país sin pensármelo demasiado. Porque, sencillamente, le conozco. De ahí que haya pasado todo de una forma tan natural. Casi sin darme cuenta.

Espero que la felicidad que tengo ahora mismo me dure. Creo que, después de todo, merezco que mi suerte cambie a mejor.

26 de marzo de 2014

American Star



Aquel barco yacía abandonado en una recóndita playa de una isla que más bien pasaba desapercibida. El culo del mundo, como algunos dirían vulgarmente sobre ella. Aunque había sido una sombra del Titanic, su destino no había sido igual. Pero el mar, tarde o temprano, acabó cobrándose su vida, tras una larga y suntuosa existencia.

No era precisamente fácil llegar al lugar donde se imponía, lúgubremente majestuoso, lo que quedaba del trasatlántico, esperando ansiosamente hundirse en lo más profundo de las aguas. Era un camino un tanto largo y de muy mala calidad, resultando imprescindible conducir un 4x4 para poder observar su fúnebre magnificencia.

Eso lo sabía muy bien la chica que llevaba el volante de aquel jeep con maestría. Aunque su físico delicado no lo daba a entender en absoluto, lo cierto es que se dedicaba a cazar tesoros. A pesar de que los naufragios no eran su fuerte, tenía que admitir que normalmente eran una buena fuente de ingresos. Por eso había tomado la decisión de viajar hasta aquel rincón dejado la mano de Dios. Especialmente cuando llegó a sus oídos la noticia de que varios lugareños habían muerto tratando de obtener algún objeto del barco.

El viento de aquel lugar mecía su larga melena castaña, la cual llevaba recogida discretamente con un simple coletero. En cuanto a su vestuario, se reducía a un top blanco y unos shorts negros, bajo los cuales escondía un discreto bañador negro. Todo esto iba acompañado por unas botas negras y unas gafas de sol que protegían sus ojos marrones del sol de esa isla. Sabía que esa empresa no sería nada fácil, así que fue bien preparada. Aunque el barco estaba lo suficientemente cerca de la costa como para poder ir sin necesitar un traje de bucear o una bombona de oxígeno. 

*** 

Acceder al interior del navío no había sido fácil. A pesar de que había escogido un día en el que el mar estaba bastante tranquilo, el hecho de que el barco estuviera partido en dos resultaba muy peligroso. De ahí las muertes de las que había oído hablar. Porque incluso un profesional podría dejarse ahí la vida si no estaba atento a los vaivenes del cadáver que había ido a profanar. 

Debido a la naturaleza de aquel trabajo, le resultaba imposible llevar un plano detallado del lugar, por lo que había tenido que investigar sobre él y memorizar lo que buenamente pudo en el escaso tiempo del que disponía, que se limitaba al viaje de ida desde su país natal hasta allí. No obstante, aquel esfuerzo intelectual había merecido la pena, pues se sentía orientada e incluso confiada. 

En cuestión de minutos había llegado a lo que se suponía que era el restaurante. Imperaban el caos y la desolación, pero aun con el desvalijamiento torpe y parcial que había sufrido, ella era capaz de ver tesoros que esperaban ser valorados. Y sus ojos sabían muy bien cómo encontrarlos. 

Pero ella no estaba sola. 

Al principio le costó reparar en él. No obstante, una vez que se percató de su presencia, era como si no pudiera dejar de mirarle. Estaba de espaldas a ella, pero podía observar dos detalles bastante extravagantes. El primero era que llevaba una larga cabellera plateada. El segundo era que vestía completamente de negro. 

La cazatesoros, desconcertada, se quedó helada ante su presencia. Pero ella, sin saberlo, había cometido un error fatal. El hombre misterioso se volteó hacia ella. Pudo distinguir unos ojos de color verde, de una frialdad glacial. 

—Volvemos a encontrarnos… —masculló con verdadero odio. 

¿Qué? ¿Por qué decía eso? La mujer estaba segurísima de que no le conocía. Jamás olvidaría a alguien así. Ese pelo y esos ojos eran demasiado peculiares como para pasar desapercibidos. En ese instante comenzó a hacerse demasiadas preguntas sin respuesta. 

Cuando menos lo esperaba, un destello plateado la sorprendió. Y, justo a continuación, un dolor penetrante en el estómago. No sabía quién era ni por qué, pero el hombre había cumplido su misión.
Nota de autor: Contad las palabras ;)

24 de marzo de 2014

Reto ¡Yo escribo! [5ª pregunta]

Prometo una entrada larga y, tal vez, hasta críptica. De esas que debes leer varias veces para ver en todo su esplendor la profundidad de la misma. Y no, no pretendo echarme rosas comenzando de esta manera. Simplemente que la pregunta que plantea en esta ocasión el Reto ¡Yo escribo! es para dejarse hasta la última neurona en el proceso.

¿Cuáles son los elementos recurrentes en tus textos?

Aunque a simple muchos no se vean, lo cierto es que tengo muchos elementos recurrentes, y encima, bastante variados. No siempre se repiten todos a la vez, pero siempre que escribo algo, de una forma u otra, siempre hay al menos uno, mejor o peor escondido. Porque sí, me gusta un poco jugar con el lector. Que no se quede en una mirada superficial. Que se devane un poco pensando en lo que realmente quiero decir.

El más evidente de todos estos elementos es la luna. Suelo fijarme mucho en la fase en la que está y describirla, ya sea de forma directa o utilizando metáforas que tengan que ver con lo que intento transmitir. Además, en ocasiones, la integro parcialmente en mi escrito, casi como si fuera un personaje más. Por cierto, como dato estadístico sin valor alguno, predominan mucho las fases creciente y llena. ¿Por qué lo hago? Supongo que es porque vengo de un lugar en el que apenas hay contaminación lumínica y me pude permitir el lujo de observar el cielo nocturno sin tener que alejarme de mi casa. Es lo único que valoro de ese lugar, pensándolo muy fríamente.

Otro elemento que suele ser muy llamativo en mis escritos es la sangre. No me refiero solo a mostrar la sangre como el elemento principal dentro del vampirismo. Es simplemente que siento una atracción especial por ella. Por eso, aunque mi escrito no tenga nada que ver con algo que pueda evocar a la sangre, de una manera u otra acabo mencionándola o describiéndola subrepticiamente. Es de esas cosas que me cuesta muchísimo evitar. Sé que debería, pero siento que si lo hago quitaría una parte de mí a lo que escribo. Y ahí está uno de mis muchos dilemas.

Tiendo a incluir elementos vegetales, principalmente bosques. De forma casi inconsciente, además. Aunque nunca he caído en ningún significado real, supongo que es por la misma razón que por la que suelo detallar la luna. Mi lugar de origen es bastante seco, pareciendo prácticamente un desierto. Por eso me siento tan atraída por todo aquello que tenga que ver con las plantas.

Algo que también suelo incluir de forma prácticamente automática es el fuego. Aunque mi signo zodiacal sea de aire, lo cierto es que no hay nada que me atrape más que una buena hoguera o, en su defecto, una chimenea encendida en una noche de invierno. Debe ser porque mi ascendente es Leo (?). Curiosamente, me pasa exactamente lo mismo con el agua, aunque por las razones inversas. AUTÉNTICO. PAVOR. Por eso lo paso tan mal cuando alguien, inocentemente, me menciona algo de playas, piscinas o sucedáneos.

Y, por último, y puede que sea el más destacable de todos los elementos recurrentes, es mi propia persona. Y no, no lo hago por ego o nada que se le parezca. Es simplemente que me involucro tanto en mis historias que me gusta formar parte de ellas. Aunque en mi época de fanfiquera usualmente era la protagonista, marysuesca a más no poder, con el tiempo he aprendido a camuflarme de tal manera que tal vez sea una simple viandante o un personaje secundario que nunca, ni en eones, se pueda relacionar con mi persona. No al menos de forma aparente. Es simplemente por el placer de saber que yo he estado en las páginas de mi escrito, así como ese escrito ha estado en mi mente y en mi corazón. Una especie de simbiosis emocional, por así decirlo.

19 de marzo de 2014

Reto ¡Yo escribo! [4ª pregunta]

Aunque tiendo a procrastinar demasiado, en esta ocasión tengo una buena excusa para haber dejado algo desatendido el blog, y es que… ¡Una mudanza salvaje apareció! Dejando los guiños a Pokémon de un lado, me gustará terminar el reto Yo escribo de Eleazar Writes. Y con esta entrada ya habría completado la mitad, así que vamos a ello de una vez por todas.

¿Cuál es tu personaje preferido?

Hay tres personajes de los que he creado que tienen un rinconcito muy especial en mi corazón, por mucho que me cueste admitirlo: Leonardo, Eyren y Volturna. Mientras Leonardo es el protagonista absoluto de mi historia, Eyren es un personaje que seguramente solo salga en una parte muy concreta de la historia, al igual que sucederá con Volturna. Además, como aún no he tenido oportunidad de escribir sobre ellas, lo más justo sería que me centrara en Leonardo.

Como no dispongo de dibujos ni nada parecido, me centraré en primer lugar en el físico. A primera vista, Leonardo es físicamente como si Orochimaru (Naruto) y Sephiroth (FFVII) hubieran pasado una noche muy, muy loca. Es muy fácil de reconocer porque tiene una melena negra que le llega hasta por debajo del pecho, un mechón que le suele caer por el lado derecho de la cara y unos ojos negros a veces un tanto fríos e inexpresivos. Aunque es un vampiro, sus facciones se van endureciendo poco a poco a lo largo de la historia, a pesar de que fue convertido a la tierna edad de quince años.

Aunque los referentes que he dado sobre este personaje puedan inducir a pensar todo lo contrario, lo cierto es que Leonardo tiene unos fuertes valores personales, como la valentía y la lealtad, muy arraigados en él. No en vano, en el fondo es un león, pese a quien pese. Además, si hay algo que me gusta de él es que cuando tiene un objetivo, se olvida de todo lo demás con tal de conseguirlo. Lo que vendría a ser una fuerza de voluntad bastante férrea.

En cuanto a su vida personal, el haber crecido durante un tiempo sin su madre ni nada que se le pareciera de lejos a un referente materno ha sido algo que le ha marcado mucho, ya sea para bien o para mal. Puede que de ahí hayan salido los dejes femeninos que a veces se dejan ver a lo largo de la historia.

Podría contar muchísimas cosas más, pero lo cierto es que ya sería entrar en cosas que ni siquiera he escrito, aunque ya las tengo muy claras en mi mente. Admiro mucho a las personas que se dejan la piel luchando por lo que quieren, sin flaquear en ningún momento. Creo que por eso admiro tanto a mi personaje, aunque también tenga otros muchos defectos. Pero por lo menos no se parece a los citados Orochimaru o Sephiroth en su manía de transmigrarse de cuerpo o querer renacer como un nuevo dios. Eso son cosas que sabe que le quedan demasiado grandes y que ni se molesta en abarcar.

18 de marzo de 2014

Adiós, Cloud

Advertencia:

/!\ SPOILERS /!\

Este relato contiene spoilers de Final Fantasy VII. Si sigues leyendo, no es mi responsabilidad~

Aún recuerdo el resplandor de tu mirada al cruzarse con la mía. Azulada, serena y relajada. Como si quisieras sonreírme sin mover tus labios. Alegrándote de haberme encontrado al fin.

Pero aquella perfecta serenidad se vio interrumpida por algo frío y duro. Al principio me sentía confusa. No sabía lo que realmente había pasado. Hasta que pude agachar levemente la cabeza y lo comprendí todo.

El metal de aquel hombre, bastante alto y con la mirada gélida, a pesar de ser verde; me había atravesado el vientre. Sephiroth, aquel que había jurado y perjurado que se alzaría como un nuevo dios, había utilizado su Masamune para asesinarme. Pero él no sabía que mi muerte no sería en vano.

Aunque yo ya había cumplido mi papel, lo que me dolía no era eso. No quiero dejar este mundo, Cloud. No ahora que sé que alguien como tú está luchando para evitar su destrucción. No ahora que sé que mi vida ha sido el precio de las vuestras.

Te esperaré en la Corriente Vital. Allí donde solo seamos energía. Donde solo nosotros seamos nuestro límite. Donde mi luz estará siempre contigo. Donde nuestro amor será siempre realizado.

… Te amo, Cloud…

11 de marzo de 2014

Espada


Ahora que te veo yaciendo en el suelo, tan frío y ensangrentado, no puedo evitar pensar en todo lo que acabo de hacer. La lógica humana dice que debería estar arrepentida. Tanto, que ahora debería estar de rodillas, llorando por lo que te he hecho.

Yo fui la espada que, sin haber acariciado antes tu piel, la he malherido hasta destrozarla. Yo fui la espada que, sin haber escuchado antes tu voz, te hice gritar hasta obligarte a callar. Yo fui la espada que, sin haber poseído antes tus labios, los hice rezar por unas plegarias que jamás fueron escuchadas.

Y ahí sigues, en el suelo. Tan perfecto en tu imperfección que, aunque siento todo este sufrimiento, no puedo hacer otra cosa salvo desearte.

Al fin y al cabo, yo soy la espada a la que tanto amabas en vida.
Nota de autor: este breve relato es de hace más o menos un año (lo escribí en abril de 2013). Lo tenía guardado porque pensaba usarlo para un escrito más serio, pero a medida que he ido planificando he visto que esto podía ir aparte, ya que se salía de la idea del escrito en el que iba a ser incluido.

9 de marzo de 2014

Errante


Puede que os hayáis percatado de mi presencia. Puede que no. Lo cierto es que me resulta un tanto indiferente. Porque hoy estoy aquí, en esta ciudad que huele a fuego y salitre. Pero puede que mañana ya no esté.

Así soy yo, una total y absoluta errante. Apátrida de tierra y de corazón. Libre como el viento. Solitaria como la misma Muerte. Incapaz de atarme a nada. Ni siquiera a mi mismísima persona.

Renuncié a la complacencia que le espera a toda mujer en este mundo. Renuncié a despertar en el pecho de un hombre. Renuncié a ser la sombra de alguien que seguramente solo me acompaña por compromiso. También renuncié a dejar en este valle de lágrimas porciones mediocres y desfiguradas de mí misma. Todo por la libertad. Una libertad que vale todo y nada a la vez.

Seguramente no seáis capaces de comprender mis palabras, puesto que las cadenas que os oprimen os nublan el juicio. No obstante, es mucho más fácil de entender de lo que esperáis. No os encariñéis conmigo, pues mi afecto es muy voluble. No me confiéis vuestros secretos, porque mañana podría usarlos para destruiros. No pretendáis retenerme a vuestro lado, pues trataré de escapar con más virulencia.

Observadme ahora que podéis, ahora que ilumino vuestras calles con mi sombría e imponente presencia. Hacedlo bien, porque en cuanto el viento vuelva a soplar, estaré donde ni el mismísimo Garuda pueda encontrarme.

7 de marzo de 2014

Ojos



Nada importa ahora mismo. Es posible que llueva, porque el cielo está oscuro. Hace un poco de frío. Por quejarme, podría quejarme hasta de lo que pica este césped reseco. ¿Pero sabes? Me da igual. Porque estamos juntos.

Cierto es que este lugar no es el lecho que desearía compartir contigo. De hecho, debo confesarte que estoy un poco incómoda. De todas formas, no me importa. El poder mirarte a los ojos hace que me olvide de todo lo demás. Son marrones. Marrones y muy brillantes. Tanto que veo mi propio reflejo. Pero no te miro por eso. Quiero desnudar tu alma. Sí, aquí. Ahora que nadie nos mira. Ahora que tan solo somos dos enamorados más que están tumbados bajo un árbol.

Quiero saber lo que escondes en tu interior. Sin necesidad de descolocar un ápice cualquiera de tus prendas. Sin tener que hablar horas sin llegar a nada. Tan solo mirándote a los ojos. Hundiéndome en su oscura y cálida profundidad. Y veo. Observo mientras mi mano derecha se pierde en caricias tiernas.

No, no digas nada. Tan solo deja que te mire. Deja que nuestros ojos se hagan el amor sin que nadie se percate de ello. Cuéntame secretos que nadie más ha sabido escuchar. A cambio solo te pido que guardes en tu corazón las locuras que estaría dispuesta a hacer por este amor.

Y, sin haber dicho absolutamente nada, silencias este griterío de sentimientos con un beso. El roce que necesitaba sentir. La declaración de amor que te daría cada segundo de mi vida si pudiera. El orgasmo que anhelaban nuestras miradas. Sencillamente, todo encerrado en algo frágil, pequeño y efímero.

Te quiero. Y sé que tú a mí también. No hables. Permite que tus ojos vuelvan a ser míos. Que nuestra pasión sea un escándalo que solo nosotros podamos escuchar.

6 de marzo de 2014

Capítulo 9 - Ne me mori facias


Por mucho que os cueste creerlo, esto no tiene nada que ver con Final Fantasy. Y mejor así, no me gustaría escribir un fic sobre la saga y cargarme la mitad de las cosas porque tengo muchos juegos pendientes. Solo es que he elegido ese título por su significado: no me dejes morir.

Hace unos dos años que empecé ese proyecto ambicioso que algunos habéis tenido la suerte de leer titulado Crónicas del Sol Oscuro. Resumiendo para los que no sepáis mucho de lo que hablo, viene siendo una serie de seis libros que hablan sobre la historia de Leonardo Vandone, un vampiro un tanto singular y con un destino, cuanto menos, curioso.

La cuestión que me lleva a escribir esto es que llevo más de un año atascada en un punto muy concreto, y por mucho que leo y releo, siento que no hay manera de avanzar, a pesar de que "sé" como tengo que hacerlo, pues tengo las líneas generales de la historia del primer libro apuntadas en un papel que cuido muy celosamente.

He de confesar que esta situación me frustra un poco. Porque ya no veo mi historia con los mismos ojos con los que la empecé. Porque es pensar en corregir y cuando veo las 120 páginas que me esperan me desmoralizo yo sola. Porque es escuchar el nombre de Selina y sufrir como si tuviera hemorroides. ¿Me he desenamorado de ella? Yo... No lo sé.

Lo curioso de todo este asunto es que mi cabeza arde en ideas para cosas posteriores al primer libro, pero en cuanto al lugar en el que me he quedado atascada, sencillamente, no hay manera. Estoy considerando muy seriamente la opción de reescribir ese capítulo y hasta incluso el anterior con tal de arreglar el desaguisado. ¿Pero cómo?

Encima eso. Para la Sariel de 2012, ese manuscrito era, sencillamente, perfecto. Para la Sariel de hoy, con más cicatrices y heridas abiertas y con mucha más experiencia en el infierno que es la Existencia, ese manuscrito debe oscurecerse. Olvidarse de la falsaria etiqueta de literatura para adolescentes y pasarme directamente al estilo adulto que quiero adaptar. Más violencia. Más sexo. Más dolor. Sencillamente, darle la oscuridad que realmente necesita... Para que la luz posterior pueda brillar con mucha más fuerza.

Es algo que debo tomarme con calma. Confieso que mi manuscrito me gusta, a pesar de que siento que deba ennegrecerse. Y la verdad, no sé si está bien toquetear algo que ya está bastante bien. O al menos a mi parecer, sin entrar en críticas constructivas o destructivas que no vienen a cuento. No es fácil. Siento que esto es como mudarse. Una parte de ti quiere estar en tu casa actual. La otra quiere novedad, explorar, conocer límites nuevos. Y así me siento ahora mismo.

Sí, es muy curioso que piense todo esto ahora, justo cuando van a hacer dos años de la primera vez que me atreví a publicarlo en algún lugar. Un lugar que, si existe, lo hace bajo un nombre que no responde a la realidad. Un lugar de cuyo nombre prefiero no acordarme y, del que afortunadamente, ya no queda nada en mí. Ahora, simplemente, guardo mi escrito en algún rincón de mi disco duro, esperando el día en el que me atreva a afrontarme a mí misma y hacer lo que considere mejor para esa mitad de mi persona que es Leonardo.

Reto ¡Yo escribo! [3ª pregunta]

Y aquí sigo, con el reto ¡Yo escribo! de Eleazar Writes. Admito que lo he tomado con demasiada calma, pero ahora que puedo y quiero escribir, voy a desarrollar el reto con el mimo y el cuidado que se merece. Y en esta ocasión es posible que me extienda un poco más de lo normal, así que como diría Cloud Strife, ¡allé voy!

¿Cómo es vuestro ambiente de trabajo?

Me gustaría aclarar que a lo largo de mi vida he tenido varios lugares que eran mi lugar improvisado de trabajo.

Por ejemplo, antes de irme a la universidad escribía usando mi cama a modo de escritorio, sentándome en el suelo con un cojín. Tengo que admitir que esto me resultaba bastante cómodo, porque disponía de espacio y privacidad, dos cosas que necesito sí o sí para ponerme a escribir. Además, al no tener por entonces ordenador (mucho menos portátil), podía organizarme gracias al gran espacio del que disponía.

Al volver a casa después de dejar la carrera (es una historia demasiado larga que no merece la pena contar), como ya disponía de un ordenador portátil propio, lo que hacía era okupar la mesa de la cocina. Sí, okupar. Salvo a las horas puntuales de las comidas y por las madrugadas, esa mesa era mi lugar de trabajo. Guardo muy buenos recuerdos porque de esta manera fue como escribí prácticamente todo lo que llevo de Crónicas del Sol Oscuro: el Despertar.

Al irme de casa y mudarme a Valencia, mi portátil estaba prácticamente K.O., así que lo poco que escribía lo hacía a mano y en una libreta que o bien perdí o alguien con las manos demasiado largas tuvo a bien de coger. Sencillamente prefiero que esa libreta caiga en el olvido. No por lo que escribí, si no por quién lo hice.

Ahora que mi situación es relativamente estable, tengo varios lugares de trabajo que me gustan y están bastante bien. Y que además cumplen con las condiciones que necesito para escribir a gusto.



El primero vuelve a ser la mesa de la cocina. Preferiría que fuera en mi habitación, por eso de tener mi burbujita, pero no tengo nada que pueda servirme como mesa. De todas formas, al estar sola por las mañanas, puedo sentarme ahí y hacer lo que sea necesario sin sentirme observada o molestada, algo que me incomoda muchísimo.



El otro lugar en el que acostumbro a trabajar, especialmente para escribir, es mi cama. Sí, mi cama otra vez. Pero no usándola como escritorio, si no como veis en la imagen. Sencillamente me tapo y me pongo en las piernas lo que vaya a utilizar, sea mi ¿nuevo? portátil o mi carpeta para apoyarme y escribir a mano. Tengo que admitir que soy un tanto lirona y me gusta estar calentita y cómoda. Y aunque en el pasado también intentaba lo de escribir en la cama, con un portátil de quince pulgadas era incomodísimo. De ahí que cuando pude conseguir uno nuevo, mi elección fuera directamente encaminada hacia los netbook.

Confieso que tengo ciertas manías a la hora de escribir. Y la primera de ellas puede resultar un tanto sorprendente. Necesito que mi lugar de trabajo huela bien. Por esa razón, acostumbraba a poner incienso, preferiblemente de rosas rojas. ¿Por qué he tenido que dejar de hacerlo? Lo tengo estrictamente prohibido por razones de convivencia. Así que me toca buscar otra manera de sentirme cómoda cuando escribo en casa.

Mi otra gran manía es que ODIO trabajar en mis escritos si me siento observada. No puedo. Sencillamente es una cosa que no soporto. De ahí que prefiera “esconderme”, por así decirlo. O, en todo caso, si no me queda más remedio que escribir fuera de casa, que sea en sitios públicos, donde si me observan que sea por mi flequillo azul o por cierta parte de mi cuerpo, no porque escribo.

Luego, más que manías, son cosas que hago por rutina. Para terminar de cerrar mi burbujita y sentirme segura cuando tengo que enfrentarme a la hoja en blanco o al nuevo documento de Word. Necesito escuchar música. No suelo ser demasiado tiquismiquis para elegir, aunque confieso que depende un poco de mi estado de ánimo o de lo que quiera escribir. Por ejemplo, cuando quiero narrar algo romántico, tiendo a escuchar esta canción. En cambio, cuando necesito algo de acción, suelo elegir esta otra.

Otra de esas manías superfluas es la de consumir Chupa Chups. Sí, los de marca. Ya no solo porque me traen recuerdos de cuando vivía sola con mi madre y me podía permitir el lujazo de tener una bolsa casi cuando quisiera. Sencillamente necesito tener algo dulce en mi boca. Y si no puede ser eso, procuro que sean gominolas (preferiblemente las que tienen forma de fresa o cereza) o directamente caramelos con palo de los baratos. Aunque, admitámoslo, los baratos no duran igual. De hecho, ni siquiera están igual de buenos. Pero cuando la economía flaquea, hay que saber acostumbrarse a lo que se dispone.

Por último, quiero hablar de la burbujita que he mencionado. Por varias razones de mi vida, aunque el color de parte de mi pelo os haga pensar lo contrario, lo cierto es que no me gusta llamar la atención. Soy de esas personas que van por la calle entre multitudes tan a gusto porque no se sienten observadas. Y eso se refleja mucho en mi necesidad casi compulsiva de aislarme cuando deseo escribir. Odio ser molestada. Odio sentirme observada. Odio que, en cierta manera, se profane la intimidad que se crea entre el papel o la pantalla y yo. De ahí que me sienta a gusto escuchando música con esos cascos enormes que te aíslan del ruido mientras mi mente solo tiene dos cosas de las que ocuparse. La primera de ellas, obviamente, es plasmar con palabras lo que quiero narrar. La segunda es sencillamente saborear el dulce que tengo en la boca, si es que efectivamente tengo alguno.

¿Qué hay que hacer para cruzar mi burbujita? La única manera de cruzarla sin romperla y granjearse mi odio eterno a causa de ello es ganarse mi aprecio y confianza. Alguien con quien me sienta tan a gusto que no me importe que pueda pasarse horas mirando lo que hago, sin que me sienta incómoda a causa de ello. Hasta la fecha, realmente nadie ha podido entrar en mi burbujita con mi pleno permiso. Por eso os aseguro que no es nada fácil. Podríais vivir conmigo durante meses e incluso años y no verme escribir jamás. Y no exagero un ápice. Mis antiguos caseros jamás me vieron escribir durante tres meses, aunque lo hacía de forma casi diaria. Y en esta casa igual. Llevo seis meses y podría asegurar fácilmente que ninguna de las cuatro personas que aquí viven me han visto teclear frenéticamente o centrarme tanto en el papel que me olvido del resto de la Existencia.

De hecho, admito que hay veces que he estado tan ocupada y centrada en lo que hacía que me he sorprendido a mí misma comiendo o cenando delante de mi trabajo… Eso sí, procurando ser lo más limpia posible, sobre todo si estoy escribiendo en papel.


Y por eso hay días que si me dejas suelta puedo escribir diez páginas de Word como quien se come una bolsa de papas. Me olvido de todo salvo de lo que escribo. Y es mucho más gratificante de lo que pensáis.

4 de marzo de 2014

Reto ¡Yo escribo! [2ª pregunta]

Siguiendo con el reto del blog Eleazar Writes, hoy me toca desarrollar la segunda pregunta de este entretenido desafío, que es…

¿Cuál fue tu primera historia? 

Haciendo memoria, muchísima memoria, he recordado la que fue mi primera historia, por así llamarla. Aunque lo cierto es que a día de hoy la siento realmente macarrónica.

Mi primera historia realmente mía realmente no era del todo mía, si no que era un fanfic del tipo Universo Alternativo. Me ahorraré el título. No porque Google os pueda brindar el privilegio de leer semejante estofado. Más bien porque admito que era una pipiola de unos trece años con una imaginación y una mano que necesitaban de mucho, mucho esfuerzo. Sí, el título es horrible y hasta un insulto al léxico castellano.

La sinopsis se resume a, básicamente, cuatro chicas que odiaban a muerte a un personaje de la franquicia Pokémon. Éstas traman un plan bastante oscuro y gore para asesinarlo, pero la última voluntad del futuro finado hace que todo se líe de mala manera. Exactamente que una de esas chicas tuviera dos hijas de esa persona.

La gracia de todo el asunto es que la historia daba para muchísimo, puesto que hubo varios saltos temporales, resurrecciones más o menos cogidas con pinzas, sucesos de índole fantástica y paranormal y hasta una batalla entre el bien y el mal con fragmentos de un idioma inventado, con el típico Mary Sue y fallos de novata por todas partes. Para no tener más de sesenta páginas en total, en su momento, era sencillamente perfecto.

Por último, quiero añadir el único dibujo que se ha hecho hasta la fecha basado en algo creado por mí. He tenido rebuscar muchísimo, pero simplemente quería enseñarlo. Es la protagonista de la historia de la que hablaba. Quiero aclarar que no lo he dibujado yo, puesto que no se me da nada bien, pero la chica que lo hizo se leyó mi historia y lo hizo basándose en ella.

Please understand, mi móvil de entonces era horrible...


A pesar de todo, me alegro muchísimo de haber escrito aquella historia. Porque si nunca me hubiera animado a hacerlo tal vez no habría seguido escribiendo. Y seguramente no sería la persona que soy ahora mismo, con sus filias y sus fobias. No será perfecta. Tal vez tampoco sea buena. Pero debo estarle muy agradecida a ese escrito por todo lo que ha conseguido sin proponérselo.

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