23 de agosto de 2015

La sacrosanta RAE (I)

Aviso que esta entrada estará dividida en varias entradas más cortas debido a la complejidad del tema. Y es que, cuando de poner en duda principios básicos se trata, hay que ir explicando poco a poco cada punto, no vaya a ser que se nos atragante y sea mucho peor.

Mucha gente cree saber cómo funciona un lenguaje. Creen que un grupo de señores pueden regular cualquier detalle de una lengua, da lo mismo que la hable tan solo un millón de personas que cuatrocientos millones. Da igual, siempre existirá alguien que pueda ponerle normas.

Lo cierto es que no es así. De hecho, nunca lo ha sido, ni lo será.

Cualquier idioma que conozcamos ha sufrido una evolución. Los idiomas que hoy conocemos no son más que formas deformadas y modernizadas de lenguas como el latín o el griego, que a su vez surgieron de otras lenguas que también vivieron este proceso. Y así hasta llegar a los primeros balbuceos del ser humano. Y, por si aún tenéis alguna duda: no, ninguna institución ha estado detrás de este proceso de evolución.

Esta introducción parece totalmente descontextualizada. Y de hecho, si no os pongo en antecedentes, efectivamente no tiene sentido alguno. Pero lo tiene, y mucho.

Si sois hablantes del idioma conocido como español o castellano y estáis medianamente informados, sabréis que hay una institución llamada Real Academia Española, cuya función es, básicamente, regular el español como idioma y resolver dudas, desde las más básicas hasta las más complejas.

En cuanto a la organización interna, la RAE posee 46 académicos, los cuales representan el alfabeto latino en sus grafías mayúscula y minúscula. Aunque estos no son los únicos académicos, podemos decir que son los más importantes.

Aunque los académicos son personas elegidas por su relación con el español como idioma, no debemos olvidar un punto importante: también son personas. También son hablantes con sus propios rasgos, más o menos públicos.

¿A dónde pretendo llegar? Aunque la labor regularizadora de la RAE es encomiable, tenemos que recordar que, por el simple hecho de ser humanos, tienen sus limitaciones.

A pesar de que los académicos gozan de cierto argumento de autoridad por tener un oficio involucrado con el lenguaje, la realidad es que actualmente muchos cambios que se están llevando a cabo no son del agrado de muchos hablantes o, al menos, no tienen mucha lógica, como el caso de sólo*/solo, cuya primera forma ha pasado a ser considerada una falta de ortografía.

A modo de inciso personal: entiendo que muchos cambios se hacen para simplificar el lenguaje, algo que sucede de forma espontánea en las calles, pero el cambio que he ejemplificado es un cambio que no está justificado, ya que la presencia o no de tilde estaba justificada. Ahora se aduce al hecho de que hay que examinar el contexto, algo que en ocasiones puede llegar a ser confuso. Este no es el único caso, solo que sí es el más fácil de exponer.

Y aquí es donde me voy a acercando a una verdad a gritos: la RAE, aunque se esfuerza en limpiar, fijar y dar esplendor, siempre va un paso por detrás del auténtico español, el que se habla en las calles. Es humanamente imposible recoger el analgama de vocablos y registros que se pueden escuchar en el mundo.

Continuaré con esto en otra entrada, ya que en este caso, más que hablar de la RAE, debo fijar el foco en quienes hablamos este idioma. Como tú y como yo.

18 de agosto de 2015

Capítulo 26 - Anonimato

Antes de empezar a escribir lo que viene siendo la entrada, propiamente dicha, me gustaría advertir a mis posibles lectores de que esta reflexión que vais a leer es personal. Y me ha tomado su tiempo organizarla en mi cabeza porque son muchos pequeños puntos y, si los organizo mal, no se puede comprender el gran punto al que pretendo llegar.

En cualquier caso, puedo contaros la conclusión a la que he llegado después de todo mi cacao mental: el anonimato está infravalorado.

Sé que buenas a primeras parece una afirmación estúpida y carente de base. Por eso necesito matizar uno a uno mis puntos para que comprendáis por qué he llegado a esta conclusión. Y el primero de ellos es algo que, si me seguís desde algún tiempo, deberíais saber. Tened en cuenta que prácticamente todo lo que publico en este blog va especialmente orientado a personas que, como yo, aspiran a convertirse en escritores.

Creedme, este matiz es realmente importante, pues es la base de todo el planteamiento posterior.

En un ejercicio de honestidad con nosotros mismos, tenemos que admitir que, en más de una ocasión, hemos soñado despiertos con escribir la historia de nuestros sueños, que una buena editorial se interese por ella y saltar a la fama. Está bien soñar con eso, sobre todo si detrás de ese sueño hay un trabajo detrás. Pero fijo que pocos han llegado a plantearse el lado menos amable de ese sueño.

Yo admito con naturalidad que me gustaría ser conocida como novelista de fantasía, especialmente dentro de la novela vampírica. Pero también confieso que yo no estoy preparada para ello y, mucho menos, puedo hacer el esfuerzo necesario para hacer mi sueño realidad, teniendo en cuenta mi situación personal actual y a corto plazo.

Pero, si me salgo fuera de los factores relativos a mi propia persona, me encuentro con que la industria editorial de mi lengua materna tiene su reputación bastante dañada por pequeñas pseudoeditoriales que se dedican a embaucar escritores noveles y no tan noveles prometiéndoles incluso la luna. No hay mucho que añadir sobre este tema, pues cualquiera quetenga cinco minutos y sepa usar Google con pericia podrá encontrar fácilmente escándalos relacionados con este tema.

Muchos llegaréis a la conclusión de que la autopublicación es la mejor salida. No puedo discutirlo, pues al menos las tareas de gestión, publicidad y demás recaen sobre uno mismo. El problema es que, nos guste o no, el mercado de la autopublicación, especialmente Amazon, está repleto de libros que, por un motivo u otro, no han sido lo suficientemente cuidados, lo que hace que se tenga una mala imagen de la autopublicación por culpa de un pequeño grupo. Otro debate que da para muchas horas.

Pero, ¿qué sucede si tenemos la suerte de firmar con una editorial grande? Vale, si de verdad se interesan por nuestro escrito tendrá una buena publicidad y unas ventas respetables. Siempre y cuando no tengas que competir con algún youtuber explorando otros terrenos o un famoso por méritos dudosos, claro está. Pero firmar con un grande supone una gran responsabilidad, sobre todo si pasas a ser un nombre relevante dentro de la editorial.

Y entonces, es cuando el acto de escribir deja de ser un arte para pasar a ser solo trabajo.

Y cuando algo pasa a ser un simple trabajo, se pierden las ganas.

Por eso valoro mi tiempo como autora anónima. Quizá no me lea tanta gente como realmente me gustaría, eso es cierto. Pero con el tiempo he aprendido a apreciar cada aspecto de la escritura. Y aunque confieso que me preocupa ser leída, también admito que tengo bastantes relatos ocultos que he escrito solo por el placer de plasmarlos en un papel. Algunos llamarían a esto madurar. Yo lo llamo crecer.

También valoro mucho la libertad creativa de la que dispongo ahora mismo. No estoy atada a las reglas de nadie, lo que me concede la libertad de escribir sobre lo que yo crea oportuno. Sin presiones ni limitaciones por parte de nadie.

Quizá el único inconveniente es que por mis obligaciones personales no puedo dedicarle todo el tiempo a escribir. No obstante, ese tiempo que sí puedo utilizar lo puedo organizar como yo considere oportuno.

Por todo esto, he llegado a la conclusión de que el ser un escritor anónimo está infravalorado. Muchos escriben pensando en el momento en el que su nombre resonará en todas partes, si alguna vez lo hace. No tiene nada de malo soñar, pero hay que saber tener los pies en la tierra y disfrutar del momento.

20 de junio de 2015

Sobre "Gemidos de sangre"

Hola, soy una bonita entrada de Off-Topic. A ver, no soy un Off-Topic radical, pero como necesitaré salirme de tema algunas veces, pues eso.
Sé que apenas toco el blog, pero tengo mis razones para ello. Desde finales de mayo estoy en el Reino Unido como au pair. Al principio me costó hacerme a mis nuevas tareas, pero con esfuerzo y paciencia sigo aquí disfrutando y aprendiendo a partes iguales. Que lo bueno de que no haya ni un solo español cerca es que tengo que hablar inglés sí o sí. No me va a pasar como en Francia. Ni en broma.

Ahora, vayamos a lo del título. ¿Qué es eso de "Gemidos de sangre"? Bueno, no hace falta ser muy inteligentes para saber que será el tema principal de esta entrada. No quería dejarlo como una serie de tuits en mi cuenta personal, desperdigados y posiblemente descontextualizados. Así que voy a aprovechar este ratito libre para escribirlo y así organizar un poco mis ideas a la vez que actualizo.

Llevo un tiempo queriendo escribir esto. Un relato quizá un poco largo para que lo que suelo hacer. Muy a mi estilo. Vamos, sangre, un poco de sexo, alguna locura mía y poco más. Creo que el título ya es bastante aclaratorio, pero siempre queda mejor aclararlo.

La cuestión: resulta que originalmente no pensé en este título. De hecho, si he buscado este nuevo título es porque ya existe un relato con ese título.


He estado dudando bastante de si ponerme a escribir mi relato o no por el hecho de que alguien podría intentar buscar similitudes, existentes o no y acusarme de plagio o algo peor. Cuando me he molestado en leer el relato unas cuentas veces y realmente no tiene nada que ver con mi idea. Bueno, en lo de que aparecen vampiros. Pero no mucho más, creo. Pero mis dudas sobre ello han sido reales.

¿Lo escribiré? Sí. ¿Cuándo? NI IDEA. Los días entre semana no son muy buenos para ponerme delante del ordenador o mi libreta y ponerme a escribir durante bastante rato. No lo son, en absoluto. Y los fines de semana, pues depende. Me gusta moverme por aquí y socializar. No siempre lo hago, pero algo hay.

Así que nada, sabeos informados de las últimas locuras de mi cabecita. Quizá pueda escribir algún fic pequeño sobre Touhou o alguna cosa improvisada, pero no prometo nada.

p.d. He estado a punto de poner U.N. Owen Was Her? como autoplay cada vez que alguien visita mi blog. Pero si ahora ya no me visitan ni los bots rusos, pueeees...

p.p.d. Si, por lo que sea, alguien necesita localizarme, juraría que o mi Twitter personal o mi teléfono inglés. Pero la verdad es que del resto de sitios ando bastante desconectada.

18 de mayo de 2015

Capítulo 25 - Triángulos amorosos

Estoy segura de que todos nos hemos topado en, al menos, una ocasión, con un triángulo amoroso en alguna historia que seguimos. Ya sea en un libro, un cómic, una serie o, incluso, en un videojuego. Están en todas partes, es un hecho. Tanto, que la web TvTropes tiene esta realidad recogida como un cliché.

Ahora que ya os he introducido el tema, puedo deciros sin ningún rencor que yo soy otra de tantas personas que odian encontrarse un triángulo amoroso. Para mí un triángulo amoroso es como echarle mejillones a la pizza. La pizza ya de por sí es perfecta. Los mejillones la arruinan. Otros dirán que la culpa es de la piña, pero esos en mi mesa nunca serán bienvenidos.

Sé que esta entrada quizá no añada nada nuevo a las razones por las que odiar los triángulos amorosos, pero lo que sí puedo deciros es que al menos son mis razones. Y como son mis argumentos, los explicaré a mi manera. Mientras resulten comprensibles, creo que no hay nada malo en mis palabras.

Eso sí, aviso desde ya:

ADVERTENCIA DE SPOILERS
Voy a usar Final Fantasy VII como base para argumentar mi punto de vista. Además, mencionaré Final Fantasy X y Memorias de Idhún como refuerzo. Si tienes intenciones de jugar o leer, será mejor que te des la vuelta.
Yo entiendo que en un libro de genero romántico, erótico o afines haya que poner un triángulo amoroso. Porque gracias a uno puedes permitirte meter chicha del tipo que quieras. Es una verdad como un templo. El problema llega cuando ese cliché sale del lugar en el que suele funcionar bien.

Mi ejemplo es Final Fantasy VII, típico videojuego JRPG en el que un tipo malvado con un peinado extraño y una identidad de género que puede llegar a ser confusa busca destruir el mundo. Este resumen sin entrar en detalles sirve para describir casi cualquier juego de la franquicia. Igualmente, se puede llegar a una conclusión sencilla: no es un videojuego en el que debamos tontear con alguien en concreto para sacar un final bonito. O si no se llamaría Final Fantasy Memorial en homenaje a cierto simulador de citas.

La cuestión es que existe un triángulo amoroso entre el protagonista, su amiga de la infancia y una chica que entra en discordia. En efecto, me refiero a Cloud, a Tifa y a Aeris. Aunque esto no tiene mucho que ver con la historia, hay momentos en los que a Cloud se le da a elegir cuál será su diálogo, pudiendo inclinarse más hacia Aeris o hacia Tifa. Existen otras opciones, pero estas dos resultan ser las más obvias.

Resumiendo: es un triángulo orgánico.

Cierto es que hay un momento en el juego en el que pierdes totalmente la sensación de estar jugando a un JRPG debido a que hay una cita en un parque de atracciones, con paseo en noria incluido. Pero después de ahí la sensación de triángulo casi desaparece, y más después de la intromisión de cierto caballero portador de una Masamune. Ya me entendéis. Así que el triángulo, si es que se resuelve, lo hace de forma favorable a Tifa. Aunque Cloud siga viendo a Aeris de forma especial. ¿Y quién no, SI HA DADO TU VIDA POR TI?

El problema es cuando el triángulo no es orgánico. Vamos, forzado. Para que me comprendáis. Es el caso de Final Fantasy X.

Yuna bebe los vientos por el tipo atolondrado del pasado. Y Tidus, aunque es advertido de que no debe enamorarse de Yuna, lo hace. Porque puede. ¿Qué triángulo hay aquí entonces?

El tercero en discordia es Seymour, al que realmente se la pela absolutamente todo con tal de destruir el mundo controlando a Sihn. ¿Y cuál es la forma de acercarse a su objetivo? Casarse con Yuna, que ella le ofrezca como sacrificio para acabar con Sihn y, por causa de ello, convertirse en el nuevo Sihn.

El problema es que a causa de este triángulo forzado hay una parte del juego en la que todo gira alrededor de la boda entre Yuna y Seymour. Hasta hay una escena de corte un tanto larga que va, justamente, de parar la boda.

¿Y cómo resolvemos el triángulo? Pues la opción principal es resolverlo de la forma más heterosexual y monógama posible. O, en casos algo raros, destruyéndolo del todo. Todo depende del tipo de final que se desee, si uno alegre o uno más bien triste.

Sin embargo, si hay un triángulo que se resuelve de forma curiosa es el de Memorias de Idhún. Vale, sigue siendo un final heterosexual, pero al menos acaba en una relación dual entre la chica y los dos chicos. Algo que seguro que nadie se esperaba.

Una vez explicados mis tres ejemplos de forma sencilla, creo que ya puedo empezar a hablar con más propiedad de este asunto.

Eso de que me cuelen triángulos en lo que voy a leer, ver o jugar no me gusta. Entiendo que a veces pueden ser influyentes en la historia, como es el caso de Final Fantasy X. Pero ese triángulo no había por dónde cogerlo. Yuna nunca tuvo interés romántico en Seymour. Y a Seymour le daba igual ella. De hecho, a Seymour solo le importa su propia persona. ¿No había otra forma de hacerlo más creíble o, al menos, no hacerlo tan pesado?

El de Final Fantasy VII realmente era prescindible. Tan prescindible que, quitando la parte de la cita en el parque de atracciones, realmente no existe y tampoco se resuelve de forma clara hacia ningún lugar. A menos que entremos en la mente de los fans del juego, que ya se encargan de hacer fanarts y fanfics al respecto.

Entonces, ¿para qué ponerlos? ¿No habría sido mejor profundizar en otros aspectos? Porque, si algo le critico a Final Fantasy VII es la poca profundidad en ciertos aspectos. Aunque Final Fantasy X no peca tanto en falta de profundidad, sí es cierto que hubiera preferido que me explicaran otras cosas antes que meterme un pseudotriángulo de por medio.

En cuanto al de Memorias de Idhún, no tengo mucho que criticarle respecto a presencia en la historia porque, además de influyente, guste o no, la pluma de Laura Gallego tiende demasiado hacia el romanticismo. Por esa razón, un triángulo en una novela suya no es del todo malo. Aunque, como afirmé al principio, sea un tópico tan manido que aburra.

Sé que coger dos de mis videojuegos favoritos como ejemplos de peso para justificar mi punto de vista quizá no sea lo más valido. Pero estoy segura de que hay muchos libros que tienen triángulos parecidos. Y que, por una razón u otra, acaban resolviéndose de manera parecida. Entonces, si se van a desarrollar de manera parecida y resolverse casi siempre de la misma forma, ¿para qué usar ese recurso? ¿No sería mejor buscar otra forma de profundizar en tus personajes y en tu historia?

Por eso, cada vez que veo algo que tiene una de estas insidiosas formas geométricas como leitmotiv, suelo acabar ignorándolo. Porque ya me sé el final sin haberme molestado en los detalles. Mi mente quiere cosas nuevas. Mucho me tiene que gustar para que siga adelante.

10 de mayo de 2015

Capítulo 24 - Para mí

Supongo que a veces todos pasamos por momentos así. Momentos en los que las palabras apenas fluyen. Y, si lo hacen, por la razón que sea, preferimos guardarlas para nosotros mismos. Como a mí me pasa ahora.

Aunque tengo algunos escritos en mi libreta que me gustan, prefiero guardarlos para mí. Además, ahora, cada vez que la veo, en vez de tener ganas de abrirla y empezar a escribir lo primero que se me ocurra, simplemente no me apetece. No sale de mí.

Quizá es el estrés de mi vida personal. Quizá es la apatía que siento por primavera. El caso es que no me apetece escribir. No me gusta que sea así, pero negar el problema es todavía peor.

A veces, lo mejor es tener una época solo para mí.

6 de mayo de 2015

Cómo NO arreglar una 3DS

Foto real de mi consola.
ADVERTENCIA: la entrada me ha quedado un poco larga. Entended que mi enfado es proporcional al número de palabras de este escrito. Gracias.

Sé que esta entrada de blog es un ejemplo perfecto de Off-Topic total y absoluto, pues no tiene nada que ver con la temática de mi blog. Si me he decidido a contar mi mala experiencia respecto a este asunto es porque mis niveles de enfado y mal genio ocasionados debido a esto empiezan a alcanzar un nivel estratosférico. Aunque bueno, quienes leáis mi Twitter personal no necesitáis explicaciones sobre esto.

A mediados de marzo se me terminó de romper el conector de carga de la 3DS. Anteriormente, aunque estaba algo roto, si se sabía cómo colocar la consola podía cargarse y seguirse usando sin problemas. Todos los botones funcionaban bien, las pantallas están bastante bien para ser una 3DS de las primeras que salieron y nada fallaba o estaba estropeado. Nada salvo eso.

Viendo que ya no había forma de seguir utilizando mi consola, no me queda más remedio que optar por la reparación, cosa que pospuse hasta finales de abril porque me urgía resolver ciertos asuntos. Y mi bolsillo no puede abarcarlo todo a la vez.

Cuando ya soy capaz de asumir el coste de la reparación, me paso por una tienda a preguntar si efectivamente arreglan consolas, y aunque les explico de forma más o menos detallada cuál es la incidencia, me piden que por favor les lleve mi 3DS y que me darán un presupuesto para la reparación en tres o cuatro días laborables. Así que se la llevo, me cogen los datos y espero los días que me piden. Esto fue el 23 de abril, jueves.

Sin contar el día en el que dejé mi consola, en teoría debería haber recibido mi presupuesto, como muy tarde, el 28 de abril. Eso teniendo en cuenta que había un domingo de por medio y, obviamente, ese día la tienda no abría. Como dijeron de hacerme una llamada telefónica para comunicarme el presupuesto y nadie me había llamado en ese lapso de tiempo, al día siguiente de terminar el plazo voy a la tienda a quejarme.

Aparte de encontrarme a dos empleados fumando fuera, me atienden en la calle y no hacen un mísero esfuerzo por entender mi cutrefrancés. Y, para colmo, cuando hablé con ellos en inglés no me comprendieron, pues me dijeron que no tenían ninguna 3DS (¡Mentira! ¿Y la mía qué?). Así que tengo que optar por un plan B: comunicarme por escrito gracias al traductor de Google. Tal como suena.

Al cabo de un par de horas vuelvo a la tienda con una nota redactada de forma más o menos comprensible explicando mi situación. El chico me pidió disculpas y me comentó que la persona encargada de hacer ese tipo de reparaciones no había ido a la tienda, y que en cuanto lo hiciera me llamarían por teléfono y me darían el presupuesto para hacer la reparación. Inicialmente, me dijo que me llamarían el viernes 1 de mayo, pero tuve que recordarle amablemente que era festivo, por lo que la fecha acordada fue el 4 de mayo.

¿Qué pasó? Que nadie se molestó en llamarme nuevamente. Y el problema no era de mi teléfono, pues el fin de semana recibí una llamada para un trabajo sin problemas. Y yo ya estaba harta de tanto toreo. Porque un retraso o un despiste lo puede tener cualquiera. Pero lo mío empezaba a ser un chiste de muy mal gusto. Y más teniendo en cuenta que en Francia todo lo relacionado con la atención al cliente se toma muy, pero que muy en serio.

Así que ayer tuve que volver a la tienda con otra nota (esta vez redactada por mi viejo compañero de piso) para pedirles que, por favor, me devolvieran mi consola, ya que si no eran capaces ni de respetar sus propios plazos, yo no podía confiar en ellos como clienta. Al menos se disculparon. Pero el toreo me ha sentado tan mal que hasta les he dejado una preciosa y fundamentada review en su página de Facebook. Qué menos.

Ahora es cuando viene la parte más alucinante de todo el tema. Viendo que en la primera tienda que elegí no fueron capaces ni de darme el mísero presupuesto en las casi dos semanas que tuvieron mi consola en su poder, busqué si había más tiendas que hicieran reparaciones de este tipo. Encontré dos, y bastante cercanas a donde vivo, así que fui a preguntar. Total, ya no tenía nada más que perder.

Pues bien, de esas dos tiendas, parece que una ya no está en el negocio, pues la capa de polvo que tienen los cristales del escaparate delata que ahí hace tiempo que nadie hace nada. Eso por no hablar de que el interior se veía vacío. Y, en la otra, directamente no reparan mi tipo de consola. Eso sí, las cajas de las Wii U y ciertas chuminadas promocionales de Nintendo no podían faltar. Pero eh, no arreglemos 3DS, ayudemos a la obsolescencia programada y forcemos la venta de consolas /sarcasmo.

Y aquí estoy, a 6 de mayo y con mi 3DS sin arreglar. Y con un mono de jugar a Pokémon que no sé cómo narices lo aguanto. Touhou de momento lo cubre bien. El problema es que quiero disfrutar del que es mi último mes con todo el tiempo libre que quiera haciendo lo que quiero, ya que cuando trabaje, quitando los fines de semana, no es que me vaya a sobrar el tiempo libre.

Me parece alucinante que en una ciudad de 130.000 habitantes, me cueste tantísimo encontrar establecimientos que se dediquen a la reparación de consolas. Y que, para una tienda que parece fiable, me hayan brindado una atención al cliente tan desastrosa que una valoración de una estrella me parece hasta piadosa.

Y es que, como podéis ver en la foto, es una cosa que se puede ver a simple vista. No hace falta ni abrir la consola para saber lo que le pasa. Mi 3DS necesita un cambio del conector de carga, una reparación bastante rápida como he podido comprobar en algunos vídeos. De hecho, si tuviera las herramientas y los conocimientos para hacerla yo misma, la haría. Pero claro, soldar no es moco de pavo, porque como toques algo que no debes puedes romper la consola. Tal como lo digo.

A este paso, me va a dar igual que la consola tenga cierto valor sentimental o el hecho de que tengo datos asociados a ella, como el Banco Pokémon, ciertas demos con usos ilimitados o videojuegos que obtuve gratis de forma promocional, porque si no puedo arreglarla, ¿para qué la quiero?

O siempre puedo optar por la modificación de batería por una que no necesita que el puerto de carga de la consola esté operativo. O hacer alguna compra-venta un tanto extraña y hacer un plan renove. La 2DS transparente roja me mira con ojitos. O una New 3DS negra con las carcasas de la Monado. No lo digo claro porque se acerque mi cumpleaños y si cuela, cuela. ¡Qué va!

De hecho, hay una 2DS azul transparente con su caja mirándome con ojitos desde el mes pasado en la tienda de segunda mano. También un Final Fantasy VII, pero como que es en francés y solo por la caja se ve estropeado. Aparte: que no tengo PSX. Para eso, mejor no.

Si alguien ha leído esto hasta el final: gracias. De verdad, es muy frustrante todo esto. Estoy segura de que si te pasara lo mismo que a mí estarías muy enfadado. Yo es que necesitaba canalizar mi enfado en palabras. No por ser una bruja y dar mala publicidad a la tienda, aunque se lo merezcan y con razones. Es que todo esto es de chiste.

p.d. Mi antiguo compañero de piso fue quien me animó a hacer la reparación, pues yo por una cuestión de comodidad y economía, prefería hacer lo de la sustitución de batería. Pero claro, teniendo en cuenta que eso realmente es una modificación de consola, pues le escuché y también opté por la reparación. "Son unos profesionales", me dijo. "No te preocupes, que arreglarán bien tu consola", me dijo. Creo que si él hubiera sabido que me iba a pasar todo este mamoneo, quizá no me hubiera hecho cambiar de opinión.

p.p.d. En septiembre vi una 2DS negra en perfecto estado a 60 euros. Estamos en mayo y me arrepiento seriamente de no haberla comprado. Estoy tentada de ir a esa tienda de segunda mano otra vez solo para tentar mi suerte. Aunque me quede un poco lejos. Si cuela, cuela.

23 de abril de 2015

17 de abril de 2015

Capítulo 23 - El diseño también importa

Sé que por el título de esta entrada quizá os sintáis un poco perdidos y hasta os preguntéis si, efectivamente, la persona que está escribiendo estas líneas es quien se hace llamar Tangoth. A simple vista, esto no tiene nada que ver con escribir, pero a medida que vayáis leyendo comprenderéis mi propósito.

Ayer estaba un poco aburrida y falta de ideas, así que me puse a curiosear blogs ajenos de personas que también escriben, a ver si así se me encendía la bombilla y escribía algo nuevo. Lo que fuera.

Parece que funcionó, pues estoy escribiendo esto. Lo malo es que esta entrada nace de fijarme en pecados ajenos. Soy consciente de que yo no soy la mejor diseñando cosas. De hecho, normalmente soy demasiado sobria o me voy al otro extremo y lo sobrecargo. Pero al menos tengo claras unas pequeñas pautas sobre el diseño de mi blog respecto a mi propósito final.
  • Escribo. Por lo tanto, mi propósito final es que los visitantes se queden a leer. Por eso, huyo de adornos visuales demasiado llamativos y de fondos que puedan suponer un obstáculo o una distracción a la lectura. Está bien querer tener un blog bonito, pero hay que saber encontrar el punto entre belleza y utilidad.
  • Creo mi marca a través de mi forma de hacer las cosas. ¿O acaso os creíais que la presencia de Skitty en este blog era gratuita? ¡JA! De hecho, para este blog he tomado a esa gatita y el color rojo como mis señas de identidad. Y no pienso cambiarlas. Puedo hacer variaciones, como cambiar el fondo o modificar el tono de rojo por posibles molestias en la lectura. Pero el resto permanecerá inmutable, pues crear nuevamente una marca desde cero es algo que no considero una buena idea. Sobre todo sabiendo que ciertas personas ya me asocian de forma automática al citado pokémon. Sería un desperdicio.
  • ¿Música? No, gracias. Hay muchos blogs en los que, al entrar, una canción nos recibe en autoplay. Algunas veces es meramente ambiental. Pero en la inmensa mayoría de ocasiones el efecto que tiene este recurso es que busquemos el botón de Stop. Eso en el mejor de los casos, pues casi siempre se opta por abandonar el blog. Por eso es mejor evitar poner música. Primero porque tu gusto musical puede no coincidir con el de tus lectores; y segundo porque así, si ellos quieren escuchar alguna canción mientras leen, pueden elegirla con total libertad. Y lo más importante: evitas sustos innecesarios que ahuyentarán para siempre a muchos lectores potenciales.
  • Y, sobre todo, cuido lo que escribo. Me ha pasado en alguna que otra ocasión que he dejado de seguir un blog por el simple hecho de que el contenido no estaba lo suficientemente cuidado. No me refiero solo a faltas de ortografía, sino a fallos de todo tipo. En mi opinión, es mejor escribir con poca frecuencia, pero haciéndolo de forma cuidada, que publicar mucho contenido pero que siempre tenga fallos de redacción, estructura o diseño.
Y así es como hago yo las cosas. Entiendo que no todos estaremos de acuerdo en las mismas cosas, pero esta checklist suele dar buenos resultados. Obviamente, no sirve en todos los blogs, pues lo he orientado a blogs literarios y de escritores. Pero al menos es un buen punto de partida para aquellos que quieran iniciar esta aventura o corregir posibles errores.

8 de abril de 2015

De miembras y lideresas

Normalmente no me suelo meter de manera muy profunda en asuntos lingüísticos porque a veces me siento como si no tuviera la capacidad suficiente para filosofar sobre el asunto. Aunque yo sepa que no tengo razón para pensar así. Hoy es una de las ocasiones en las que me atrevo a mojarme. A empaparme, más bien.

La lengua es un ser vivo. Es una afirmación. Un mantra. Una realidad. No porque yo lo diga desde mi posición de proyecto de escritora y ya. No voy a recurrir al típico ejemplo de El Quijote y el español de hoy, porque se me ocurre una comparación mucho más cercana: ¿tus padres y tú habláis de la misma forma? ¿Usáis las mismas palabras? ¿Las mismas expresiones? No, ¿verdad?

Y es que, por mucho que a algunos les incordie, la lengua se adapta al mundo. Porque hace unas décadas lo más normal era decir que ibas a un guateque, cuando ahora lo normal es usar el anglicismo party hard para ello. Hay muchos más ejemplos como este, pero no vengo a detenerme con eso.

¿Alguien recuerda el escándalo que surgió porque una ministra usó "las miembras"? Se la tachó de ignorante e inculta por el simple hecho de usar una palabra que, en el modelo normativo, carece de una forma femenina terminada en -a. Incluso miembros de la RAE desacreditaron la utilización de esta palabra.

Eso sí, en los últimos tiempos está floreciendo en la prensa la palabra lideresa, referida especialmente a una persona concreta. Seré sincera: la primera vez que la vi me quedé en shock. No por nada, sino porque nunca me habían dicho que líder tenía una forma femenina variable, como lo es lideresa.

¿Pero por qué nadie ha dicho nada del segundo caso?

Después de bucear un poco por internet, al parecer, la forma lideresa es de uso común en América Latina, aunque su uso en España está empezando a ser cada vez un poco más frecuente. O eso al menos es lo que indica el Diccionario Panhispánico de Dudas.

Vale, ¿y? Aeromoza resulta que es un sinónimo de azafata y bien que hubo quejas en su momento porque incluyeron la primera palabra en el DRAE.

A donde pretendo llegar: ¿por qué hay ciertos usos que están mal vistos mientras que otros son mirados con desprecio, aunque existieran fuera de un ámbito geográfico concreto? Fácil, porque la novedad choca con el modelo que se nos ha enseñado. Lo vemos feo, como si fuera un exabrupto y una patada al libro de marras. Yo pensaba así cuando vi "lideresa" por primera vez.

Resulta que no todo lo que no está recogido de forma oficial es incorrecto. Vale que hay un universo de haigan, pusistes, hubieron llovido y demás errores que sí que son imperdonables. Pero la lengua cambia. Se adapta a las personas que la hablan. Necesitamos designar nuestra realidad. Y hacer que la lengua nunca progrese es una forma de sabotear nuestro propio avance.

Así que, la próxima vez que leáis algo y veáis una palabra extraña. si la buscáis en el diccionario y veis que no está, no penséis que quien ha escrito esa lectura era un ignorante. Quizá necesitaba ese neologismo, juego de palabras o lo que fuera. O, simplemente, quería romper con lo establecido. O llamar tu atención de forma premeditada. Como el terminar una frase de una forma que no mariposa.

10 de marzo de 2015

Capítulo 22 - En blanco

He estado cuatro días sin poder acceder a Internet. No porque yo misma me haya castigado, sino porque ha habido un problema ajeno a mí. Aún no se ha resuelto, pero con un poco de astucia he encontrado una forma alternativa de poder seguir en contacto con mis amigos y todo aquello que conlleva la web.

El problema no es ese. He tenido cuatro días bastante desocupados en los que mi única función real era mantener mi casa limpia, pudiendo usar el tiempo restante en lo que mejor me pareciera. Y, evidentemente, pensaba dedicarme a escribir.

No sé si es porque ahora mismo no estoy pasando por un buen momento personal o simplemente que el estrés de mi situación me tiene cegada, pero aunque he cogido mi libreta y me he sentado a hacer trabajar mi imaginación, no he sacado ni una mísera palabra. Me siento realmente frustrada por ello.

Supongo que lo mejor que puedo hacer por mí misma es intentar relajarme. Quizá solo así me vuelvan las ideas y la forma de plasmarlas en el papel.

15 de febrero de 2015

Sephiroth's Inferno - Capítulo 2: Aqueronte

La fragancia a flores y las llamas del atardecer que reinaban en Evesalam pronto se vieron sustituidas por un olor a azufre y un cielo oscuro y lleno de fuego. Era como si hubiera llegado a otro mundo, lleno de dolor y penitencia.

No había nada a mi alrededor. Solo tierra. No había nadie ni nada. Una meseta yerma que, al parecer, había que cruzar para llegar al río. Lo único que realmente existía en aquel paraje desolador era el portal que Inoru y yo acabábamos de cruzar, idéntico al que habíamos dejado atrás en Evesalam, pero sin la sustancia que ondeaba dentro de él ni las palabras grabadas. Era un simple círculo de piedra. Una puerta que solo se podía cruzar desde el otro lado.

—Espero que estés preparado para todo lo que vas a ver aquí. Este viaje no es fácil, Sephiroth. Pero está escrito que lo superarás.

—Gracias por destriparme el final —respondí lleno de ironía, intentando vanamente darle un toque de humor a la situación. Aunque sabía que no iba a funcionar con ella.

Sin mediar más palabras entre nosotros, Inoru tomó la ventaja y comenzó a andar, como si supiera ver el camino que había que seguir en ese suelo muerto. Verla caminar resultaba bastante paradójico, pues sus prendas de hojas y sus broches de rosas blancas eran la contraparte de la tierra que nos tocaba cruzar. Era como si la vida se estuviera abriendo paso a través de la muerte. Solo que en este lugar ya no hay vida.

Fue difícil seguir el ritmo, pues empezaba a hacer un calor algo molesto. Tanto, que decidí que era mejor que me quitara mi capa y la abandonara allí. Me sentiría un poco desprotegido, pero aún podía llevar conmigo la Masamune, por si acaso. Así, teniendo por única vestimenta mis pantalones y mis botas manchadas por el incidente de hacía un rato, me dispuse a seguirle el ritmo a mi guía.

La larga travesía y el calor me estaban haciendo daño, pues me notaba sediento y cada vez más cansado. La caminata que tuvimos que dar en Evesalam no fue tan pesada debido a que el ambiente era más fresco. Aquí, en cambio, cada paso se iba convirtiendo en una tortura que, tarde o temprano, desembocaría en una fatiga mortal.

—No queda mucho para llegar. Sería buena idea que descansáramos allí.

No quise responder, pero era obvio que estaba fatigado. Aunque mi forma física era muy buena, yo no estaba preparado para soportar aquellas condiciones tan extremas. Mi respiración y mi cuerpo sudado me delataban. Necesitaba un respiro, y cuanto antes.

Sin embargo, cuando divisé a lo lejos un grupo de palmeras, me sentí interiormente recuperado. Aunque al parecer aún quedaba un trecho para llegar al Aqueronte, Inoru había dado con un lugar para poder reponernos del esfuerzo, aunque ella seguía igual de enérgica y vital que cuando nos encontramos. Así, sin pensar en la posibilidad de si era un espejismo o no, corrí hacia donde vi aquel oasis, ignorando los gritos de mi garganta, que me suplicaba un trago infinito de agua bien fresca.

Mi vista me había traicionado, pues aquel paraje estaba más lejos de lo que había calculado. Por ello, en lugar de administrar las pocas energías que me quedaban, las malgasté corriendo movido por la esperanza. Por eso, hubo un trecho que tuve que recorrer prácticamente arrastrándome por aquella tierra seca y caliente. No obstante, mi esfuerzo mereció la pena, pues el oasis era real.

No quise pedirle ayuda a Inoru, pues aunque sabía que era fuerte, en cierto modo ya le debía la vida. No quería deberle más favores a un ser del que solo sabía su nombre y poco más. Aunque era muy afable, tenía la impresión de que me escondía algo. En principio, que me guardara un secreto o más no me resultaba un motivo lo suficientemente sólido como para desconfiar de ella. Pero sí para tomar mis precauciones.

—¿Estás bien? —me preguntó mirándome con cara de auténtica preocupación.

Quise responderle e intentar tranquilizarla, pero me sentía tan exhausto que ya ni los estertores podían salir de mi boca. ¿Por qué me sentía tan débil en este lugar? Para mi sorpresa, en lugar de abandonarme y dejarme morir del todo, el hada vampiro sacó fuerzas de flaqueza y me tomó por el brazo derecho, pasándoselo por los hombros. Y, a continuación, usó su brazo izquierdo para agarrarme por la cintura.

—Pronto estaremos allí. Aguanta —me anestesió con las notas de su voz.

Fueron unos minutos interminables, pues yo era incapaz de valerme por mí mismo y mi acompañante tenía ciertos problemas para cargar con mi peso. Aunque aparentaba estar bien, empecé a notar su piel ligeramente sonrosada bastante sudorosa. Ella también necesitaba descansar y reponerse. Su esfuerzo terminó por verse recompensado, pues conseguimos entrar en aquel refugio verde.

Inoru me soltó casi como si fuera un simple saco de patatas, pero estaba tan cansado que ni siquiera me quejé. De hecho, me sentía como si hubiera dejado de pertenecer al mundo. No era consciente de nada, salvo de mi propia fatiga. Hasta que una buena cantidad de agua acabó empapándome la cara.

—¡Hooooola! ¿Te sientes mejor?

Sonreí a modo de agradecimiento, pues ciertamente me había sentado bastante bien. Aún me sentía cansado, pero al menos ya no era víctima de aquel calor sofocante y la sequedad de garganta.

—Has encontrado agua, ¿podrías decirme dónde?

—¡Claro! —me sonrió mientras me respondía—. Si te levantas verás claramente donde.

Hice caso a mi guía y me incorporé. Necesitaba beber muchísima agua y refrescarme por completo, amén de limpiar mis botas. Seguramente esta fuera la única oportunidad de hacerlo, y no quería desaprovecharla. No tardé en divisar el pequeño lago que ocultaban las palmeras, así que me arrodillé ante él y, usando mis manos a modo de cuenco, las metí en el agua y me las llevé a la boca. El líquido estaba fresco, por lo que bebí hasta quedarme totalmente satisfecho. En cuanto a mis botas, con meterlas y sacudirlas un poco dentro del estanque quedaron limpias. Una vez que hice todo esto, volví con Inoru, que había preparado dos camas improvisadas con lo que había podido encontrar en el oasis. Era hora de descansar.

***

Al contrario de lo que pensaba, había podido dormir sin contratiempos. Además, mi guía se había tomado la molestia de buscar dátiles, por lo que habíamos tenido un desayuno más o menos decente, dada nuestra situación. Sabiendo que el Aqueronte no estaba muy lejos de allí, abandonamos el oasis. Nuestro destino nos esperaba.

No nos alejamos mucho de nuestro punto de partida cuando comencé a escuchar un ruido lejano. No podía identificarlo con claridad, pero me ponía los pelos de punta. Intrigado, no me quedó más remedio que continuar la travesía. Y, con cada paso, el ruido iba tomando forma, hasta que llegamos a un acantilado y comprendimos que todo lo que hablaban sobre el Infierno era totalmente cierto.

Lo primero que nos llamó la atención tanto al hada vampiro como a mí fue la ingente cantidad de almas que esperaban su turno para cruzar el río, cuyas aguas eran de un tono escarlata que, sin lugar a dudas, delataba que aquellas aguas en realidad estaban formadas por la sangre de los condenados.

La única forma de bajar ese acantilado era valiéndose de las rocas que sobresalían en aquella pared casi vertical. No parecía muy difícil, así que, en lugar de utilizar mi ala y descender volando, lo hice siguiendo el camino que parecían marcar las rocas.

Una vez llegamos a la orilla del Aqueronte, tanto Inoru como yo nos sentimos un poco agobiados por la gran cantidad de condenados que allí había. Eran tantos que allá donde mirara no hacía más que ver sus almas, esperando nuevos tormentos que estaban reservando para castigar sus pecados en vida. Algunas almas aceptaban su destino y se mostraban firmes. Otras, temerosas de lo que podía ocurrirles, estaban encogidas en el suelo, llorando en posición fetal. Lo que siempre estaba presente en sus miradas era el terror y la incertidumbre.

—En cuanto Caronte vuelva, podremos cruzar el río. Tengo dos monedas de oro, así que tenemos más que suficiente para cruzar nosotros.

—Espera… ¿Hay que pagar para cruzar?

—¡Claro! Si no tienes dinero, Caronte se niega a llevarte y te toca esperar en esta orilla hasta que El maligno te reclama. Pero él se niega a llevar viajeros gratis.

—Vaya, me sorprende que incluso en este lugar haya alguien haciendo negocio…

Resignado ante tal revelación, no me quedó más remedio que esperar a que el infame barquero apareciera para llevarse un nuevo «cargamento» de condenados. Pero, ¿y si los únicos que podíamos pagar el viaje hasta la otra orilla éramos mi guardiana y yo? En cualquier caso, no nos quedaba otra alternativa salvo avanzar. No obstante, mientras nuestro destino surcaba las aguas sanguinolentas, me aparté de la multitud y de los gritos de terror, pues necesitaba disfrutar de unos momentos de soledad. Era perfectamente consciente de que no volvería a estar solo en ese viaje.

De repente, mi pie izquierdo se topó con algo. Al principio pensé que sería una piedra, pero bajé mi mirada y encontré que lo que había pisado era un pequeño saquito. La curiosidad me embargaba, así que lo tomé y lo abrí. Eran monedas de plata. No las conté, pero había un papiro bien enrollado en el interior, así que lo saqué y lo leí para mis adentros.

Dudo que alguien encuentre esto algún día, pero necesito purgar mi culpa antes de ser condenado al ardiente frío que me espera en los cocitos del Noveno Círculo. Soy Judas Iscariote, quizá el traidor más grande después de El maligno y de Caín. Vendí por treinta míseras monedas de plata la vida de mi Mesías, por lo que traicioné a toda la humanidad con mi codicia.

La vergüenza y el arrepentimiento fueron tan grandes que opté por acabar con mi miserable vida ahorcándome. No ores por mí, pues yo mismo vendí mi única esperanza de salvación.

Después de leer el mensaje que había dejado el dueño de aquel vil metal, enrollé el papiro dejándolo tal y como lo encontré, lo metí de vuelta en el saquito y lo abandoné justo donde lo había encontrado. Al lugar donde iba no iba a necesitar esas monedas ni esa confesión. Aunque fuera una información valiosa de lo que me esperaba si avanzaba.

Opté por volver junto a Inoru y esperar juntos a Caronte, pero justo alcancé al hada, noté que la sangre del río se movía de una forma más violenta de lo esperada. Eso quería decir que nuestro transporte estaba a punto de llegar. No podía divisarlo, pues el curso del río era bastante enrevesado, pero a juzgar por el movimiento de las aguas, se podía adivinar que la embarcación era bastante grande.

La espera se hizo interminable, pero cuando Caronte llegó hasta donde estábamos esperándole, tanto el hada vampiro como yo nos quedamos sobrecogidos. El barco era tan grande que podría llevar en él a todos los que estaban en esa orilla del río sin mayor esfuerzo.

En cuanto al barquero, yo me imaginaba un anciano frágil y un tanto protestón. Sin embargo, me encontré a alguien que de seguro superaba los dos metros y medio de estatura, joven y musculoso. Sin embargo, no llevaba remos ni ningún instrumento para guiar el barco. Lo que sí poseía eran dos látigos, uno en cada mano. Cuando vi que el navío era propulsado por ocho remeros, entendí la finalidad de aquel instrumento.

¿Acaso remar entre orilla y orilla y ser azotado también era un castigo? Porque, si así lo era, todos los que estábamos aquí nos encontrábamos igual de perdidos. Hombres y mujeres, niños y ancianos, humanos o no, todos teníamos en común tan solo una cosa: la condena que nos esperaba en la otra orilla. Y algunos ni siquiera necesitaban cruzar el Aqueronte para conocer su condena.

—¡Perded vuestra esperanza, criaturas malditas! —gritó el gigante antes de lanzar un puente de madera para que todos los que podíamos pagar el viaje pudiéramos subir—. ¡Quien aquí sube, acepta su destino y su condena!

Aunque la advertencia que encontramos en el portal de Evesalam era muy clara, las palabras de Caronte no dejaban lugar a dudas: quien entraba en el Infierno no podría salir ni ser redimido. Solo ser castigado hasta que el todo fuera la nada. Hasta el fin de los días.

—Es hora de embarcar, Sephiroth —susurró mi acompañante en un soplido casi inaudible. Ella también se sentía intimidada.

—Tenemos que hacerlo. Ya no hay vuelta atrás.

Sin más, Inoru me tendió una de las dos monedas de oro. Sin ella, seguramente Caronte me cogería con sus brazos y me tiraría al Aqueronte sin darme oportunidad alguna. Y no quería ahogarme en un río de sangre.

El hombre, cubierto por una parca negra como la que llevaba la Muerte, me arrebató la moneda justo en el mismo instante en el que puse el pie en su barco. Sin preguntarme ni nada. Solo actuó. Y así hizo con todos los que embarcamos en aquel viaje. Éramos muchísimos, así que ni me molesté en detenerme en contar.

Lo único que sí merecía mi atención en aquellos instantes era el estado de la espalda de los remeros. Las heridas producidas por los latigazos que debía darles Caronte para que remaran eran tan profundas que la piel estaba abierta, dejando que la sangre saliera de sus cuerpos. Además, al no llevar nada de ropa no había nada que pudiera protegerles de aquel castigo. En algún momento iban a caer presos de la fatiga, lo que significaba que esas pobres almas serían sustituidas por otros condenados. Y, así, el ciclo se repetiría sin final.

Aunque los gritos se habían vuelto la banda sonora de este lugar y el olor a azufre y a hierro eran lo más normal en este mundo, me encogí sobre mí mismo, dejando que mi pecho desnudo se encontrara con mis rodillas. Aunque gracias a Inoru había podido despejar mi cabeza, lo cierto es que aún tenía muchas preguntas en mi cabeza. De hecho, ella me daba razones para tener aún más incógnitas por resolver.

Para empezar, ¿cuál era el propósito de mi viaje? ¿Yo también era un condenado? Y, en el caso de que lo fuera, ¿qué clase de condenado? ¿Cuál sería mi tormento? ¿Realmente no había forma de escapar al castigo eterno?

Intenté evadirme buscando el sonido de las aguas de color carmesí chocando contra la madera del barco, así como el chasquido de los látigos, que se encontraban con los cuerpos débiles y doloridos de quienes propulsaban el navío. Así, el viaje se me hizo más llevadero. Tanto, que casi me quedo dormido entre aquella multitud de almas heridas por sus propias faltas. Lo único que pudo sacarme de mi estupor fue el impacto contra la otra orilla, claro indicador de que ya habíamos cruzado.

—¡Salid, malditos! ¡Minos os espera en el Limbo para daros vuestro merecido!

Poco a poco, todas aquellas personas descendían por la rampa de madera, para internarse en el Primer Círculo. En cambio, cuando mi guía y yo intentamos hacer lo mismo, Caronte me cogió por el hombro y me empujó hacia atrás, casi dejándome caer en el proceso.

—¡Eh, tú, melenas! Tengo que hablar contigo. Y con tu amiguita de las rosas en el pelo también. Esperaos a que todos estos pecadores se larguen.

Sin darnos oportunidad ni para llevarle la contraria, dejó que todos y cada uno de los pasajeros fueran abandonando su embarcación. Cuando solo quedaban los remeros aparte de nosotros, Caronte se acercó y comenzó a hablarnos.

—Me consta que sois algo así como unos invitados especiales de El maligno. No sé por qué diantres está interesado en un tío con una melena demasiado cuidada y una tipa rara con alas y rosas en el pelo, pero debe ser importante. Necesitaréis una cosa para pasar desapercibidos al Juez Minos. Ya sabéis, para que no os condene por error. Aunque os vendría muy bien una temporada aquí abajo.

Después de aquella verborrea que para algunos podría haber resultado incluso ofensiva, aquel grandullón rebuscó en el interior de su parca, buscando un objeto. Tras unos segundos que se nos hicieron bastante largos, nos ofreció con su mano derecha dos collares de oro, con un pequeño colgante formado por nueve pequeños círculos concéntricos.

—Nunca, bajo ningún concepto, debéis quitaros este amuleto. Si os lo quitáis, Minos os olerá allá donde estéis e intentará juzgaros. Así que más os vale no apartaros de él ni para dormir. ¿Me habéis entendido, mequetrefes?

No quisimos responder, así que Inoru y yo nos miramos de una forma muy cómplice y nos pusimos los colgantes sin rechistar. Yo al menos había ganado una respuesta, pero las preguntas eran tantas que el saber que yo no era un vulgar condenado prácticamente ni se podía considerar información.

Tras aceptar el obsequio de Caronte, abandonamos su medio de transporte y pusimos los pies en tierra firme. Pero, para mi sorpresa, en aquel lugar la tierra no era una masa compacta y polvorienta sin vida. Había hierba. Además, el olor a azufre que prácticamente tenía metido en la nariz estaba siendo sustituido por una suave fragancia floral. ¿Acaso me estaba volviendo loco?

—¡Vaya! He olvidado contarte cosas sobre el Limbo!

—¿Qué clase de cosas?

—Como puedes ver, este es el único lugar del Infierno en el que podrás encontrar plantas y flores. Para algunos es una prolongación de Evesalam, por lo que no forma parte del Infierno. Para otros, sí que forma parte, siendo la entrada real.

—De acuerdo. ¿Algo más que deba saber?

—Sí. En este círculo reciben castigo aquellos que, en vida, no conocieron la verdadera fe. ¿Cuál es? No lo sé. Pero al no ser personas realmente malvadas, se les deja aquí, sin mezclarlos con los que son considerados pecadores.

—Así que, más que castigar, aquí aíslan a aquellos que no creen en cierta deidad.

—Eso mismo.

—¡Vaya decepción!

Inoru suspiró, contrariada por lo que pensaba del primer lugar que íbamos a visitar. Al menos estaba cumpliendo con su supuesto deber de informarme. Aunque lo cierto es que, al parecer, ella no estaba capacitada para responder a mis preguntas. Lo único que presuntamente podía hacer era guiarme por el camino correcto hasta que pudiera encontrarme con aquel que se hacía llamar «El maligno».

No nos quedaba más remedio que caminar un poco para intentarnos en el Limbo, pues, al igual que el portal que nos había llevado hasta la otra orilla del Aqueronte, estaba algo alejado del río. No fue nada complicado encontrar el camino, pues estaba señalizado con piedras y adornado con flores de todos los tipos y colores. Encontré aquel paraje bastante irónico, pero sabiendo que ya era imposible retroceder, avancé a paso rápido, alcanzando en pocos instantes el grupo de personas que habían cruzado el río con nosotros y del que nos habíamos tenido que separar por petición de Caronte.

No mucho después, empezamos a divisar a lo lejos una gran verja de barrotes negros, presumiblemente de metal. La vegetación se enredaba en los alargados metales, dándole a la valla un toque bastante bello y salvaje. Había una gran puerta abierta, casi tan ancha como la vía que todos nosotros estábamos recorriendo.

Era evidente que aquellas rejas indicaban el inicio del Primer Círculo del Infierno: el Limbo. El lugar donde las almas que no habían conocido la verdad moraban por toda la eternidad.

6 de febrero de 2015

Forajido

El amanecer me acogía entre sus brazos, como había hecho todos los días de mi vida. La fogata de anoche ya estaba reducida a cenizas, mi caballo dormía después de un duro día de galope y mi petaca de whisky yacía olvidada cerca de mi improvisado lecho y sin una triste gota en su interior.

¿Podría haber escogido una vida fácil? Sí. Podría haber heredado el rancho de mi padre. Podría haberme convertido en el nuevo sheriff. Incluso, si hubiera sido un hombre de bien, podría haber llegado a alcalde.

Pero esa no era la vida que yo quería. Yo necesitaba algo más. Y por eso me convertí en un forajido.

La dulce brisa de la aventura acariciaba mi rostro cada día, mientras cruzaba cañones y estepas a lomos de mi único amigo. A veces me topaba con otros como yo, pero mi determinación era tan grande que al final sucumbían ante mí. No en vano, nunca había suficiente sangre en mi puñal ni suficiente pólvora en mis manos.

Cuando llegaba a un pueblo nuevo, solía encontrarme carteles con mi cara ofreciendo una cantidad bastante generosa por mi cabeza. A pesar de que los arrancaba sin disimulo alguno, nadie se atrevía a toserme. Ni siquiera en el burdel, donde olvidaba el frío de las noches en el desierto refugiándome entre los pechos de alguna muchacha.

Aunque mis paseos por zonas habitadas eran fugaces, mi fama como villano iba creciendo cada vez más. Y, a pesar de intentar no ceder a mis deseos de sexo y alcohol, eran dos tentaciones inevitables y que poco a poco me iban costando más caro.

El alba era un regalo que no estaba dispuesto a desaprovechar, así que me defendí de aquellos que me querían ajusticiar clavándoles mi daga y disparando con mi revólver. No obstante, sabía que cada puñalada y cada bala me acercaban un paso más a la horca.

Aun así, no tenía miedo, porque aunque me hicieran desfilar hasta el patíbulo y hacer que me encontrara con la Parca, había algo que ni esa cuerda podría quitarme: mi libertad.

5 de enero de 2015

Sephiroth's Inferno - Capítulo 1: Evesalam

Notas: ¡perdón por la tardanza! Hasta ahora he estado realmente ocupada, y la verdad es que sigo estándolo, pero menos. La revisión ha sido superficial, pero creo que así se puede publicar sin problemas.

En medio del camino de la vida, estaba perdido en un bosque oscuro, pues me había apartado de mi senda. Aunque la luna llena hacía el esfuerzo de intentar arrojar algo de luz ente aquel caos verde que me envolvía, la oscuridad era tan espesa que quizá ni los rayos del amanecer podrían penetrar en aquel nuevo mundo que se abría ante mis ojos, desconcertados por saberse aún vivos.

Por suerte, conservaba mi larga capa negra para protegerme del frío y mi Masamune, pues necesitaría defenderme si algún monstruo salvaje aparecía en mi ruta. Y así, sin saber ni siquiera por qué seguía vivo, me decidí a avanzar, pues tal vez así podría encontrar mi rumbo. O tal vez perderme incluso más.

Fue un paseo largo, pues perdí todavía más la noción del tiempo mientras recorría aquella fortaleza de árboles en la que había despertado. Pero si había un detalle que me estaba desconcertando era que en aquel bosque no había vida. No escuchaba a los búhos ulular ni había visto ningún insecto nocturno, tales como arañas o escarabajos. Y tampoco me había encontrado con ningún otro ser humano. Era como, si aparte de la vegetación y mi persona, no hubiera nada más en aquel lugar.

Con aquel panorama tan desolador, traté de continuar con mi travesía, pero sumergiéndome en mis divagaciones. Después de aquel combate en el que prácticamente acabé muerto, terminé siendo parte de la Corriente Vital. Y no era una duda: era una certeza. Sé que invoqué a Cloud para que viniera hasta mí, pues necesitaba aquel último combate como estos árboles dependían del agua para vivir. Fue una imprudencia por mi parte, pues yo mismo firmé mi sentencia de muerte. Me autodestruí sin ni siquiera ser yo quien infligiera mis heridas.

Entonces, ¿por qué razón sigo existiendo? ¿Acaso aún soy un ente metafísico? Al fin y al cabo, aunque tenga los genes de Jénova, mi entendimiento humano no podría responder a estas preguntas de una forma satisfactoria. Era un enigma que iba a tener que descubrir a lo largo del viaje que me esperaba.

Estaba tan atento a mis pensamientos que fui incapaz de darme cuenta de que el suelo musgoso del bosque había sido sustituido en cuestión de segundos por una tierra arenosa y que parecía ser incapaz de soportar mi peso. Así, sin darme cuenta de ello, había caído en unas arenas movedizas. ¿Por qué en un lugar como ese había algo que era tan diferente? Parecía que cada paso encerraba un enigma que tendría que resolver.

Poco a poco, me fui hundiendo. Nunca en mi vida había visto algo así, y mucho menos, escapar de una situación como esta. ¿Cómo habría que hacer para escapar de aquí? Si supiera como hacerlo, ni me lo pensaba. En cambio, estaba seguro de que, si intentaba escapar, al final todo acabaría siendo peor. No quería arriesgarme.

—¡Rápido, agarra esta liana! Esas arenas movedizas no tienen fondo—me gritó un ser desde un árbol cercano, lanzándome la gruesa cuerda de vegetación para que me aferrara a ella y escapar.

Tenía un intenso color verde y aparentaba ser bastante resistente, por lo que podría soportar mi peso y el de mi katana sin problemas. Así, sin pensar siquiera si el ser que me estaba ayudando merecía mi confianza, agarré la liana. ¿Qué haría mi salvador?

Sin mediar palabra, empezó a tirar de su extremo de la liana, sacándome poco a poco de las arenas.

—¡Eso es! Mantente relajado o no podré sacarte de ahí.

Tras varios tirones bastante fuertes, consiguió sacarme de la trampa. De rodillas hacia abajo estaba manchado de arena. Era bastante pegajosa, así que era mejor que me esperara a encontrar agua para limpiar el bajo de mis pantalones y mis botas. No soportaba aquella suciedad.

Después de fijarme en aquello, se apareció ante mí quien me había ayudado a salir de las arenas movedizas. Era una chica con la piel pálida, con ligeros brillos sonrosados. Vestía una falda y un top hechos con hojas de árboles cosidas con hebras amarillentas y flexibles. Pero si había un detalle que realmente me desconcertaba es que ese ser tenía dos alas negras, que en ese momento descansaban plegadas. ¿Qué era ella?

—Hola. Acabas de llegar, ¿cierto? Tienes mucha suerte de que te haya encontrado a tiempo —me dijo dedicándome una sonrisa con sus labios de color carmesí, al igual que sus ojos, que parecían felices ante mi presencia.

—Intuyes bien. Desperté aquí. No sé donde estoy ni a dónde debo ir. Y parece ser que intentar encontrar el camino solo ha sido un acto muy imprudente por mi parte.

—No te culpes, por favor. Lo normal cuando te pierdes es justamente tratar de encontrarse. Estás en Evesalam, el nombre que le damos los de mi especie a la entrada del Infierno. Yo me llamo Inoru. Me han dicho que vendrías, Sephiroth.

¿Qué? ¿Cómo aquel ser alado sabía mi nombre y que acabaría en ese lugar? Sin poderlo remediar, una mirada de asombro salió de mis ojos, que aún brillaban con el color de la energía mako que había en mí.

—Así que esto es la entrada al Infierno… ¿No es demasiado halagüeño para lo que se supone que nos espera?

—¡No! Piensa que, quitando la vegetación, aquí no hay vida. No hay animales ni personas ni nadie viviendo en este lugar. La vida no vegetal en Evesalam es imposible. La única alternativa es encontrar la puerta que conduce al Aqueronte. Y a partir de ahí no hay regreso posible.

—Entonces debo deducir que tu misión es guiarme hasta esa puerta, que la cruce y me quede encerrado en el Infierno. ¿Es eso?

—Sí, pero no. En realidad, mi misión es mucho más amplia de lo que has dicho, Sephiroth. Mi misión no viene del Infierno, ni de Evesalam ni de nada que hayas visto en este mundo. Tu destino estaba sellado. Tu viaje es predestinado. Y yo he sido elegida para guiarte.

Aquella afirmación me estaba dejando aún más desorientado que cuando desperté aquí. ¿Eso quiere decir que todo cuanto he vivido hasta ahora no ha sido elegido por mí? ¿Absolutamente nada? ¿Dónde quedaba aquel libre albedrío que se supone que todos tenemos?

—Entonces, estás afirmando que mi vida no ha sido más que una sucesión de cosas en las que no he tenido la libertad de obrar según mi conciencia.

—Te equivocas. En realidad sí que has tenido capacidad de decisión. Pero, en tu caso, hicieras lo que hicieras, tarde o temprano las consecuencias iban a ser las mismas. Eso es lo que quería decir.

Aunque el sol seguía sin penetrar en aquella fortaleza verde, Inoru me apremiaba a seguir el camino que había perdido, pues el anochecer pronto nos sorprendería, y según había podido contarme mientras avanzábamos, Evesalam a partir del crepúsculo no era un lugar seguro, a pesar de que no hubiera vida allí. La muerte acechaba a aquellos que no eran lo suficientemente valientes como para cruzar el portal que nos dejaría cerca de la orilla del Aqueronte.

Eso quería decir que el destino para valientes y cobardes era exactamente el mismo: recibir su castigo en el Infierno. La diferencia estribaba únicamente en el modo de afrontar lo inevitable, pues el tormento sería el mismo.

En cuanto a Inoru, ella afirmaba ser un hada vampiro. Quizá no era una especie poderosa. Tampoco la más sabia. Pero sí una de las más longevas. No eran inmortales, pero su gran esperanza de vida y su cercanía con la vida del bosque les habían convertido en unos grandes guías allí donde estuvieran. Y otra característica muy especial es que, además de poderse exponer a la luz del sol sin temer la muerte, era que tenían por costumbre vestir y decorarse con los vegetales que los bosques les aportaban. De ahí que Inoru llevara esas prendas tan peculiares, así como dos broches hechos con rosas blancas, que sujetaban las dos largas coletas negras que llevaba.

Me resultaba incomprensible la razón por la que un ser como ella estaba en un lugar como ese, acompañándome. ¿Qué había pasado con su vida para verse convertida en la guía de un lugar tan tormentoso como el Infierno? ¿Qué era lo que me esperaba? Solo sabía que, una vez cruzara el portal, no había regreso posible. Y que el primer paso era cruzar el río Aqueronte. A partir de ahí, no sabía absolutamente nada. Y desconocía si estaba preparado para saberlo.

La travesía era larga, pues el portal que separaba este paraíso muerto del lugar de tortura eterna estaba exactamente en el centro del bosque, y yo había despertado en uno de los extremos. Por lo tanto, estaba bastante lejos de allí. E Inoru lo sabía perfectamente, por lo que intentaba atajar todo lo que era posible entre aquella maraña de ramas y vegetación. Era irónico que un laberinto que simbolizara la muerte estuviera formado por elementos vivos. Demasiado tétrico para mi gusto.

Tras caminar un rato infinitamente largo en silencio, acompañados solo por el ruido de las hojas al ser mecidas por el viento, tanto mi guía como yo observamos que el caos verde se iba transformando paulatinamente en flores. Y no unas flores cualesquiera: rosas. De todos los colores que podía imaginar. Desde las clásicas rosas rojas hasta rosas azules e incluso negras

—¿Preparado para comenzar tu viaje?

—Más de lo que imaginas, Inoru.

—¡Me gusta que seas así de valiente! Ahí abajo te hará falta…

—No te preocupes por mí. Voy muy bien armado —respondí recordando con satisfacción que tenía la Masamune cargada en mi espalda—. Si pasara algo, estoy preparado para atacar. Sea lo que sea.

Ella sonrío, como si supiera de antemano cuál iba a ser mi reacción. No sabía si sentirme cómodo o no con una mujer que, para empezar, ni siquiera era humana. No se veía malintencionada, pues me había rescatado de las arenas movedizas, a su manera y sin pensarlo. ¿Pero y si ella escondía algo?

Por el momento, lo más sensato era confiar, pues ella conocía este lugar y yo no. Si quería seguir adelante, no me quedaba más remedio que seguirla. Aunque, por extraño que sonara, parecía ser que realmente había muerto después de aquel combate contra Cloud en la Corriente Vital.

Cada vez iban apareciendo más rosas, hasta que, de un momento a otro, llegamos a un claro. Era lo suficientemente grande como para poder contemplar el cielo sin ninguna clase de obstáculos. Era un atardecer tan bonito y anaranjado que parecía que el manto que nos cubría estaba formado por llamas. Además, la brisa fresca que soplaba hacía que las flores que había en aquel lugar se mecieran suavemente, perdiendo algún que otro pétalo que volaba ligeramente por el aire, incluso de las rosas que llevaba Inoru en el pelo.

Pero si había algo que destacaba incluso más que ver el cielo o la gran cantidad de flores que había allí, era el portal que habíamos venido a buscar. Imaginaba que sería como una especie de distorsión de Corriente Vital que permitía que nos pudiéramos desplazar a través del espacio e incluso del tiempo sin problemas. Aunque en realidad no se parecía en nada a lo que había imaginado durante el paseo, pues era una especie de alcantarilla vertical hecha de piedra, teniendo en su sección central algo que parecía ser agua, pues desde el centro exacto del círculo salían ondas que llegaban a los bordes. En cuanto al líquido que se movía, era una capa muy fina y transparente, dejando ver lo que había al otro lado del mismo.

No obstante, todo aquello no era nada con lo que acababa de ver. En la roca había grabados unos versos en letra muy pequeña, que se extendían a lo largo del perímetro del círculo.

Por mí se va hasta la ciudad doliente,
Por mí se va al eterno sufrimiento,
Por mí se va a la gente condenada.

La justicia movió a mi alto arquitecto.
Hízome la divina potestad,
El saber sumo y el amor primero.

Antes de mí no fue cosa creada
Sino lo eterno y duro eternamente.
Dejad, los que aquí entráis, toda esperanza

Tras leer detenidamente la advertencia que narraban aquellos versos, sentí algo de terror. Era evidente que no me estaba yendo de pic-nic con mis amigos de la infancia, sino a un lugar en el que la eternidad era sinónimo de dolor, sufrimiento y castigo. Un lugar en el que, una vez que entras, ya no hay manera de salir.

—No te preocupes, Sephiroth. Es normal sentirse alarmado ante la advertencia de Caronte. No en vano, será él quien nos ayude a cruzar el Aqueronte. Después de eso, podría decirse que ya estamos en el Infierno, con todas sus letras.

Al escuchar esas palabras, una duda invadió mi cerebro. Y no era si cruzar el portal o no. A pesar de lo peligrosa que era la aventura que me esperaba, tenía la seguridad de querer vivirla. Y eso que desconocía completamente lo que me esperaba. La duda que me atormentaba era otra. ¿Cómo era posible que Inoru conociera tan bien el Infierno, si una vez dentro no había manera de salir?

—Yo no tengo miedo. Al fin y al cabo, tan solo son palabras. Pueden ser verdad o no. Y, aunque lo sean, yo mismo creé un Infierno en mi mundo. Estoy preparado.

Inoru me miró entre asombrada e incrédula. Eso me hizo suponer que ella desconocía totalmente lo que le había hecho al pueblo de Nibelheim hacía ya casi seis años atrás. Cada vez que recordaba la furia que ardía dentro de mí y las llamas que me rodeaban, sentía que aquella furia volvía. Afortunadamente, no con la misma virulencia que sentí aquel funesto día, pero las imágenes de gente siendo asesinada con mi Masamune no se me olvidan a olvidar jamás. Ni el odio que sentía hacia el mundo por entonces.

—No falta mucho para que se haga de noche. Si eres un hombre sensato, lo mejor que puedes hacer ahora mismo es cruzar el portal.

—No necesito que me lo estés recordando. Soy perfectamente consciente de la situación. Si lo cruzo acabaré en el Infierno. Si no lo cruzo acabaré en el Infierno. Haga lo que haga acabaré en el Infierno. Así que, como entenderás, lo más inteligente es optar por la vía rápida, ¿no crees?

Ella no dijo nada. Se limitó a mirarme. Con esa actitud me dio a entender que yo debía ser el primero en aventurarse en averiguar qué era exactamente lo que había al otro lado del portal. Así, sin pensarlo demasiado, releí la advertencia que estaba escrita en la roca y, una vez que terminé de hacerlo, miré fijamente hacia el punto desde el que salían las ondas que hacían agitarse a aquel misterioso líquido y di un paso, que me acercó más a aquella membrana. Pero, al siguiente paso, la crucé por completo.

Era extraño, pues no notaba que me estuviera mojando en absoluto. De hecho, aquella materia no se sentía como si fuera un líquido. Pero no importaba, pues casi al instante después de formar parte de aquello, una luz muy intensa me cegó. Y, a continuación, pude ver lo que me esperaba.

Mi aventura había comenzado.
Notas de autor: sí, más notas. No sé si habéis jugado a Final Fantasy X, pero si no lo habéis hecho, os explico. El nombre está inspirado en el hogar de los Guado, el Guadosalam. Así que Evesalam vendría a ser como "El hogar del mal". Pronunciado como Év'salam. ¿Tiene sentido? Bueno, es fantasía, lo importante era crear un mundo que pudiera sostenerse por sí mismo.

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