Sé que tengo estas entradas pendientes desde hace bastante tiempo. Y la verdad, mi estado de ánimo no acompañaba para escribir nada por estos lares. Así que ahora que me siento mejor, procedo a ponerme al día con este reto, y así de paso le insuflo un poco de vida a este blog.
Para los que no sepáis en lo que consiste el reto ¡Yo escribo!, es una iniciativa de Eleazar Herrera, llevada a cabo desde su blog, Eleazar Writes. Si os interesa, os invito a informaros. Aunque hoy se hará pública la última pregunta de las ocho en las que consiste el reto, podéis hacerlo cuando queráis, así que no tenéis excusa. Sin más dilaciones, mi primera pregunta:
¡Escritor! ¡Escritora! Descríbete: no hay límites.
¿Cómo describir algo que, directamente, se sale de lo común?
Supongo que desde el principio...
Aunque para el mundo cibernético prefiero usar el seudónimo
de Tangoth (O Neutryne en Twitter), lo cierto es que ciertamente no uso ningún
seudónimo. Salvo un relato que ganó un pequeño concurso, cuando yo todavía
estudiaba en secundaria. La experiencia de escuchar tu nombre en toda tu isla
es increíble. Aunque hace muchos años de eso, con todos los cambios que mi
prosa y yo hemos sufrido desde entonces.
Realmente no soy consciente del momento en el que empecé a
escribir. Podría decir fácilmente que comenzó a surgir el gusanillo cuando
empezaba a pulular por varios foros de Pokémon. Aunque, pensando fríamente
sobre mi niñez, puedo darme cuenta de que ese deseo de escribir estaba ahí.
¿Siempre lo estuvo? Es muy posible.
No me gusta cerrarme a nada. Procuro no ponerme ataduras a
mí misma. De ningún tipo. No obstante, tengo que confesar que, si hay un género
en el que me siento realmente cómoda, es en el de la fantasía. Aunque
normalmente procuro combinarla con otros, como la aventura, la novela histórica
o incluso pequeñas dosis de ciencia-ficción y hasta novela romántica y erótica. ¡Viva la variedad!
A pesar de mi edad (unos 22 años más o menos bien
colocados), aún no he podido terminar ningún proyecto de los que he empezado.
No es por falta de pasión en lo que hago, si no que soy un poco demasiado veleta. Si hoy
estoy trabajando en una cosa y mañana tengo una idea que considero que merece
toda mi atención, soy capaz de dejar en segundo plano lo primero que estaba
haciendo, dejándolo caer en el olvido sin ser consciente de ello. Sé que este
es uno de mis grandes defectos, pero procuro lidiar con él porque sé que a la
larga no me será nada beneficioso.
Aunque ahora mismo estoy todo lo involucrada que puedo en
una saga que estoy escribiendo, lo cierto es que apenas le estoy dedicando
tiempo por razones profesionales. Por mucho que lo desee en mi corazón, no
estoy viviendo de las letras, por lo que solo puedo dedicarle tiempo como si de
un hobby se tratara. Por ello, avanzo a un ritmo demasiado lento para mi gusto.
En cambio, cuando dispongo de tiempo, soy capaz de estar todo el día delante
del ordenador, escribiendo, releyendo y corrigiendo. Soy demasiado
perfeccionista. En todos los aspectos de mi vida. Y en este creo que lo soy
todavía más.
Como último dato, soy de las que viven total y absolutamente
convencidas de que a escribir se aprende escribiendo. Es cierto que hace falta
una base, que se consigue leyendo o culturizándose mucho. No obstante, a la
hora de verdad, aunque el leer mucho ayuda, no es suficiente. Por eso es muy
importante dedicarle algo de tiempo a escribir. Todos los días. Aunque sea
media hora. Pero, siempre, escribir algo. Lo que sea. No hay libros y estudios
que te hagan desarrollar más tu forma de escribir que echarle voluntad. Regar
esas letras de tu mente como si de una planta se trataran. Con la salvedad de
que esta planta tan especial no morirá si te pasas regándola.