9 de marzo de 2014

Errante


Puede que os hayáis percatado de mi presencia. Puede que no. Lo cierto es que me resulta un tanto indiferente. Porque hoy estoy aquí, en esta ciudad que huele a fuego y salitre. Pero puede que mañana ya no esté.

Así soy yo, una total y absoluta errante. Apátrida de tierra y de corazón. Libre como el viento. Solitaria como la misma Muerte. Incapaz de atarme a nada. Ni siquiera a mi mismísima persona.

Renuncié a la complacencia que le espera a toda mujer en este mundo. Renuncié a despertar en el pecho de un hombre. Renuncié a ser la sombra de alguien que seguramente solo me acompaña por compromiso. También renuncié a dejar en este valle de lágrimas porciones mediocres y desfiguradas de mí misma. Todo por la libertad. Una libertad que vale todo y nada a la vez.

Seguramente no seáis capaces de comprender mis palabras, puesto que las cadenas que os oprimen os nublan el juicio. No obstante, es mucho más fácil de entender de lo que esperáis. No os encariñéis conmigo, pues mi afecto es muy voluble. No me confiéis vuestros secretos, porque mañana podría usarlos para destruiros. No pretendáis retenerme a vuestro lado, pues trataré de escapar con más virulencia.

Observadme ahora que podéis, ahora que ilumino vuestras calles con mi sombría e imponente presencia. Hacedlo bien, porque en cuanto el viento vuelva a soplar, estaré donde ni el mismísimo Garuda pueda encontrarme.

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