6 de septiembre de 2014

Doctor Ortega

El Doctor Ortega era un hombre peculiar. No por su profesión, no por sus creencias, ni siquiera lo era por la curiosa coincidencia entre su apellido y su marca de café favorita. Simplemente era un hombre que poseía la curiosa contradicción de ser un hombre de ciencias y, a la vez, creer en Dios, tal y como su dije en forma de crucifijo le contaba al mundo.

Sus mañanas empezaban con un repetitivo vals haciendo las veces de despertador. Después de un café cargado con tres copiosas cucharadas de polvo soluble y una ducha con agua fría, luchaba como todo mortal contra el atasco que se originaba en su ciudad en las horas punta.

Aunque, en el hospital, la melodía nunca cambiaba. Desde señores que simplemente tenían el colesterol un poco alto hasta auténticos combates épicos por salvar pacientes de la muerte, pasando por pacientes que se habían hecho daño en el esternocleidomastoideo simplemente por tener una mala postura para dormir.

Muchas veces le habían comparado con cierto doctor televisivo adicto a la vicodina, pero Ortega huía de los tópicos. Se limitaba a ser él mismo. Un hombre de ciencias dentro del hospital. Un hombre temeroso de Dios fuera de él. En resumidas cuentas: un hombre que era feliz con lo que hacía.
Nota de autor: Poco a poco, voy completando todos los retos que me han llegado. Este pertenece a Tiphareth Jardim, de Facebook. Las palabras que ha escogido son colesterol, dije, muerte, vals y esternocleidomastoideo.

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