6 de septiembre de 2014

Sirenas

A través de los siete mares , ellas eran tan conocidas como temidas. Aunque parecían mujeres normales, de cintura hacia abajo su cuerpo era el de un pez. Eran sirenas, y desde el más despistado comerciante hasta el más avispado de los piratas sabían que ellas eran de todo menos buenas.

La música que ellas hacían salir de sus labios era capaz de atraer a cualquiera hacia las rocas donde ellas reposaban. Por eso, entonaban sus melodías, cargadas de promesas acerca de un paraíso lleno de fuego. Promesas que se rompían en pedazos cuando sus navíos terminaban destruidos al chocar contra sus guaridas. Y ellas gozaban con el fúnebre espectáculo.

Todos lo sabían. Conocían de sobra que escuchar los cantos llenos de lascivia de una sirena era un claro sinónimo de muerte, pero sus melodías eran tan seductoras que no siempre podían resistirse. Por eso, todo aquel que pasara más tiempo en el mar que en tierra firme sabía que no había cuerdas ni tapones suficientes para alejarte de sus designios. Si una sirena escogía tu embarcación, podías darte por muerto.

Así, hasta hoy, ellas siguen siendo las reinas del océano. Aún no existe nada que pueda salvarte de sus sensuales y depredadores cánticos. Si te encuentran, les perteneces.
Nota de autor: Estoy en la recta final del reto. ¡Cuatro horas más! Las palabras de este relato son música, fuego, paraíso, océano y muerte y me las dio Manuel Pérez desde Facebook.

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