28 de junio de 2014

El caso del tendedero


Sé que esta entrada de blog no tiene absolutamente nada que ver con escribir. Por eso he tenido que ponerlo en Off-topic. Y de hecho, si no pudiera sacar una reflexión de esto, ni siquiera me molestaría en escribirlo. Pero es el tipo de cosas que demuestran que aún nos queda mucho para llegar a esa igualdad con la que tanto nos sermonean día sí y día también.

Como prolegómeno a esta entrada, voy a hacer un pequeño resumen de las diferencias culturales que he notado entre Francia y España desde que estoy aquí
  • Mientras que en España no tenemos ningún complejo para importar carne, en Francia son muy quisquillosos con ese tema. Solo quieren carne francesa porque temen que todo se descontrole, como cuando sucedieron las vacas locas.
  • En España puedes encontrar fácilmente libretas de muchos tipos y patrones. En Francia solo se estilan los cuadros y los seyès, que vendrían siendo una cosa así. Ni rastro de las libretas de una línea, oye...
  • En España, si no nos gusta beber el agua tal cual, nos aguantamos y se acabó. Pues aquí venden siropes y tés para un regimiento. Eso sí, aquí no busques té frío. Misión imposible.
  • En España podemos estar en la calle hasta las taitantas sin complejo. En Francia lo habitual es que la gente se vaya a casa incluso antes del anochecer.
  • Y la diferencia que me incumbe: lo normal en España es disponer de una lavadora en casa. En Francia es más bien la excepción.
Y aquí es donde comienza todo. Si no tienes lavadora, como la gran mayoría de la gente, tienes dos opciones: o ir a una lavandería a lavar, lo que implica estar dos horas delante de la lavadora como un pasmarote (¡vivan las consolas portátiles!); o bien lavarla tú mismo en tu casa con un barreño grande, estando la ropa en remojo el tiempo que te indique el fabricante del detergente que uses. Así que por comodidad y economía hemos optado por la segunda opción.

La cuestión es que, al lavar así la ropa, cuando la vas a tender, por mucho que la retuerzas y la escurras, siempre va a gotear, aunque sea un poquito. Esto combinado con que los tendederos normalmente suelen colgar del balcón, hace que la calle se moje un poquito. Y ahora empieza el problema.

La gente se queja.

¡Corrijo! Los hombres se quejan.

Llevo casi cuatro meses viviendo aquí. Y he hecho muchas coladas. Bastantes. Y por mucho que me esfuerzo en dejar la ropa lo más escurrida posible antes de tenderla, lo más normal es que siempre aparezca algún señor quejándose de que la ropa gotea.

Al principio me lo tomaba con humor. "Il fait chaud, il fait chaud", les decía. Y lo cierto es que hace un calor infernal. Pero cansada de esforzarme y recibir quejas hasta de señores que iban en coche, hoy he acabado harta. Tan harta que hasta mi cuñada me ha oído decir unos improperios bastante fuertes. Aunque yo tenga toda la razón del mundo.

Como bien he hecho notar, en ninguna ocasión una fémina ha protestado por tender mi colada. Ni una sola. Y eso que ha habido ocasiones en las que admito que la colada estaba empapada. No por gusto, sino porque tengo un problemilla en la muñeca derecha y como haga más fuerza de la cuenta me empieza a doler horrores. Pero os aseguro que mi mano no tiene nada que ver.

¿A dónde pretendo llegar? Fácil. Si estas personas se me han quejado es porque, casi con toda seguridad, no han lavado nada a mano en su vida. Y cuando digo nada es NADA. No sé cómo serán estas personas en sus casas ni cómo tratan a sus novias, mujeres, madres o lo que sean, pero una cosa sí que puedo afirmar al respecto: ellas les lavan la ropa. 

Os voy a poner en antecedentes de lo que ha pasado hoy. Yo tendía mi colada, asegurándome de que estuviera lo más escurrida posible, tarea que no me ha resultado complicada porque las prendas eran de tela fina y son más fáciles de trabajar. Pues, justamente, cuando había terminado de colocar la última prenda, el vecino que vive en la planta baja se ha puesto a gritarme en la calle porque, según él, la ropa goteaba.

Traté de razonar con él, explicándole que en comparación con otras ocasiones la ropa no goteaba, y que aunque fuera así yo no podía escurrirla más por el problema de mi mano. Pues hasta que no consiguió que media calle se asomara a sus respectivos balcones a ver lo que sucedía no se quedó satisfecho. Lo que más me dolió fue que pretendía obligarme a quitar toda mi colada. Eso no sería para tanto si, aparte, justo cuando terminó de increparme, se fue a solo Alá sabe dónde. ¡Mandagüevos!

¿Qué demuestran todos estos hechos? Que se ve que aún hay muchísima gente que no se reparte las tareas del hogar. Entiendo que lavar a mano es una tarea pesada y algo desmotivante, pero hay que hacerlo. O eso o vas una semana con la misma ropa, con su consiguiente complejo de dibujo animado y su posible mal olor. No es fácil, pero si mi chico puede y comprende esto que estoy escribiendo, cualquiera puede.

Así que, a la próxima que alguien proteste por la ropa que he tendido, le invitaré muy amablemente a que venga a mi casa y que escurra la prenda en cuestión en mi baño. Le daré un té si quiere, pero que esa persona compruebe por sí misma que no es fácil dejar la colada lista. Que quejarse es muy fácil, pero actuar no lo es tanto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Muchas gracias por tu comentario! No te preocupes si tarda un poco en aparecer, pues la moderación está activada ;)

Safe Creative

Safe Creative #1407230131143