7 de abril de 2014

Leonardo


Él parecía un gato normal y corriente. No era de raza. No era especialmente dócil o huraño. Por no ser, no era ni bonito. O eso pensaban todos menos su dueña, una chica que le quería con locura.

No podía quejarse de su existencia. De hecho, podía afirmar que era un gato acomodado. Vivía en un pueblo perdido en medio del campo. Su dieta era bastante variada para tratarse de un simple gato doméstico: comía pienso, latas de carne especiales para gatos y, a veces, hasta sobras de la comida de su dueña. Con clara preferencia por el pescado, además. E incluso tenía compañía gatuna sin salir de casa. Era realmente afortunado.

Sabía que se llamaba Leonardo. No era un nombre precisamente frecuente en un gato. De hecho, había una niña que le llamaba Garfield. Según supo a posteriori, era porque se parecía mucho a un gato de la televisión. Incluso en su legendaria gandulería. No obstante, al felino le gustaba. Por eso siempre que escuchaba su nombre acudía a quien lo hubiera pronunciado.

Era sumamente feliz. Por eso, no le importaba ir con su dueña a pasear por las mañanas y hasta a dormir la siesta, si la chica quería acariciar su pelaje blanco y amarillo mientras soñaba alegremente. Tampoco le importaba acudir si notaba que ella estaba triste. Al fin y al cabo, la chica le daba una casa, le alimentaba y hasta tenía amigos. Se sentía querido.

Pero un buen día, su dueña tuvo que irse de casa.

Leonardo sabía perfectamente por qué se iba su dueña. Sabía por qué lloraba por las noches, sin atreverse a decirle nada a nadie de lo que realmente pasaba en esa casa. Lo peor es que él la entendía. Por eso, aunque en el fondo le dolía perderla, sabía que era lo mejor. Ella viviría su vida lejos de aquel infierno y él seguiría siendo el gato de la casa, viviendo prácticamente como lo haría un rey.

Por eso, en las noches de luna llena, Leonardo nunca está en casa. Y yo me preocupo. Si le pasa algo, Sariel es capaz de echarme una buena reprimenda. Merecida, además, pues es lo único que me ha confiado mi hermana mayor.
Nota de autor: Sí, yo tenía un gato cuando vivía con mis padres y se llama Leonardo. Sí, por "mi Leonardo". Y sí, me consta que mi hermana lo cuida como si fuera suyo. Sin llamarlo Garfield, por supuesto ;)

2 comentarios:

  1. Me ha hecho pensar en el corto de Makoto Shinkai "Ella y su gato" (o algo así). Si no lo has visto, te recomiendo que le eches un vistazo ;)

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    1. Gracias por la recomendación. Ahora que tengo un ordenador con la tarjeta de sonido viva puedo ver lo que quiera, así que prometo verla en cuanto pueda. ¡Un saludo!

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