21 de octubre de 2014

Amantes

Al fin tenía a esa persona para ella. Aunque solo fuera un sueño que se desvanecería con el primer rayo de luz. Pero había esperado aquello durante tanto tiempo que le daba igual que no fuera real.

Sin pensarlo, se lanzó hacia sus brazos y buscó el calor de su cuerpo, aquel que tanto había extrañado cada noche.

—Puedo oler tu perfume —le susurró sensualmente.

—Yo puedo sentir tu piel.

Los amantes se miraron a los ojos y, extasiados por la emoción del encuentro, se dejaron atrapar por aquel beso que aún no podía escapar de sus labios. Era mucho más cálido y pasional de lo que nunca habían llegado a imaginar, haciendo que el deseo que dormía dentro de ellos despertara de una forma muy violenta.

Procurando no cortar aquel beso tan caliente, dejaron que sus manos recorrieran cada rincón de su piel, apartando como podían la tela que les cubría. Mientras, sentían que sus ganas de tenerse el uno al otro crecían como las llamas en un incendio. Lentamente, pero de una forma que hacía que fuera difícil mitigar aquellas sensaciones.

—Todo esto acabará cuando me despierte.

—Entonces no despiertes nunca —le sugirió mientras llevaba sus labios hacia el fino y delicado cuello de la chica.

—Pero mañana volveré a soñar esto.

—¿Nunca te has preguntado cómo acaba?

—Lo sabes tan bien como yo.

Su intimidad latía con fuerza, pues sabía que pronto iba a amanecer. Y aquello significaba que él no sería suyo por otra noche más. No obstante, el deseo que sentía por el hombre al que abrazaba era tan fuerte que se planteó seriamente el resistir su impulso natural de despertar, para satisfacer el vacío de amor y lujuria que refrenaba la distancia que les separaba.

¿Y si lo intentaba y se emborrachaba de pasión?

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