4 de enero de 2015

Sephiroth's Inferno - Prólogo

Nota de autor: he optado por publicar el prólogo que escribí. No es realmente importante, pues realmente es un resumen de lo sucedido en Crisis Core y Final Fantasy VII desde la perspectiva de Sephiroth. He procurado no alargarme mucho porque muchas cosas se saben. Y siento la "trampa" de haberlo puesto como publicado el 4 de enero, cuando realmente lo estoy publicando el 11 de febrero. Simplemente quería que estuviera antes del Capítulo 1. Por si acaso.
Llamadme Sephiroth.

Es posible que conozcáis mi nombre y todo lo que ello significa. Soy el fruto de un experimento científico que trataba de traer al mundo alguien con los poderes de la raza conocida como Cetra, aunque realmente soy el descendiente genético de Jénova, la calamidad del cielo.

Fui un miembro de Soldado. De primera clase, junto con mis amigos Angeal y Génesis. Los tres resultamos ser parte de la misma idea científica, pero con otros nombres. Mientras los poderes de mis amigos se iban deteriorando, los míos no paraban de crecer. Tanto, que incluso me temían mis propios aliados.

Al finalizar la guerra con Wutai, fui destinado junto con el recientemente ascendido Zack Fair y dos soldados rasos más a Nibelheim, un pequeño pueblo perdido entre las montañas, pues el reactor Mako instalado en el Monte Nibel estaba fallando. En las entrañas de aquella maquinaria humana descansaba mi madre, Jénova, esperando a que la descubriera y decidiera reclamar el mundo que ella había venido a buscar.

Después de darme cuenta de que quienes creía mis personas de confianza habían estado ocultando todo lo que tenía que ver con quién era, preso de la furia, arrasé la pequeña villa, quemando todo cuanto encontraba y asesinando con mi Masamune a todo aquel que osara resistirse.

Una vez conseguí alcanzar el reactor a solas, tuve que enfrentarme a Zack y a uno de los soldados rasos, Cloud Strife, para liberar a mi madre. El plan no salió del todo bien, pues solo pude llevarme parte de su cuerpo conmigo. No obstante, todos creyeron que había muerto allí y que mi intento de recuperar el mundo en nombre de los Cetra iba a quedar en nada. Se equivocaron.

Un día, cinco años más tarde, cuando prácticamente nadie recordaba mi nombre salvo por ser el héroe de una guerra absurda, utilicé la cabeza de Jénova para hacerla aparentar que era yo e irrumpí en el edificio Shinra aprovechando el caos que habían organizado Cloud y sus amigos. Tal y como sospechaba, su cuerpo descansaba en una cápsula, así que la liberé. Shinra pagó por aquel error quedándose sin el que había sido su presidente hasta entonces.

Usando a mi madre para proyectarme en diversas partes del mundo, conseguí aún más información y pude averiguar la forma de llevar a cabo mi plan: la Materia Negra. Con ella, sería capaz de invocar a Meteorito, hacer que impactara en la Tierra y provocar una herida tan grande en el mundo que la Corriente Vital se concentraría en ese lugar para sanar el planeta. Y allí estaría yo para absorber esa energía y renacer como un nuevo dios.

Pero había algo que se interponía en mis planes: la última Cetra. Ella sabía que, si utilizaba el poder de la Materia Blanca, Sagrado protegería al mundo y, con ello, mi plan quedaría aniquilado. Así que no tuve otra alternativa que matarla. Aunque no lo iba a hacer yo, sino su querido Cloud. No obstante, incluso aquello se torció, así que tuve que usar el cuerpo de mi madre para que adoptara mi forma y matarla yo mismo con la Masamune.

Tras descubrir que me era posible manipular a Cloud prácticamente como si fuera una marioneta, le utilicé para obtener la Materia Negra y despertar de mi letargo. Y funcionó. Ya no necesitaba usar a mi madre para recorrer el mundo y seguir adelante para recuperar el mundo.

Aunque el planeta intentó defenderse convocando a los Armas, no pudieron deshacerse de mí. Al menos contribuyeron a que esos tiranos de Shinra dejaran de robar la energía que a mí me pertenecería. No obstante, la poderosa amenaza de los Armas no había sido suficiente para detener a Cloud y sus amigos. Así que tuvimos que vernos las caras en lo más profundo del Cráter del Norte.

Primero lucharon contra mi madre, pero ella no fue suficiente para ellos, así que tuve que hacerlo yo mismo. Primero muté a un ser extraño, pero bastante fuerte e implacable. El combate fue largo, pero no pude salir victorioso, así que tuve que adoptar la auténtica forma que escondía dentro de mí; la de una criatura divina con una única ala capaz de invocar a la energía del Universo: Super Nova.

Aunque en ese combate usé toda mi fuerza, ni siquiera Super Nova pudo acabar con aquel grupo de personas, así que terminé prácticamente destruido vagando por la Corriente Vital, como un ser más allá de lo físico. No obstante, la poca energía que me quedaba me imploraba un último combate con aquel que se había interpuesto una y otra vez en mi plan: Cloud.

Manipulándole por última vez, le conduje hasta el lugar en el que me escondía para luchar. A solas. Espada contra espada, como los soldados que habíamos sido. Sin embargo, yo estaba tan débil y él tan henchido con la energía del planeta que, antes de que me diera cuenta, estaba siendo víctima de su ataque. Así, hasta lo poco que había quedado de mí había sido reducido a la nada, pues lo que suponía que era mi cuerpo estaba totalmente ensangrentado y me sentía exhausto. Los ojos me pesaban muchísimo.

Iba a morir como un humano miserable, sin sueños y sin honor.

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